domingo, 20 de mayo de 2018

Mirarte en los ojos

Mucha gente doliendo la soledad de estar sola, otra la de sentirse sola estando acompañada.
Son tiempos donde quien no haya sembrado amores de esos que echan raíces -amores a los hijos, amores a los soles breves de los otoños fríos de tiempos de guerra, amores que son canciones y melodías que acompañan insomnios y caminatas, amores en libros que son como viajes y  máquinas del tiempo, amores evocados de rodillas junto a las tumbas de aquellos que fueron para que seamos-,
sentirá la escarcha en los pies desnudos.
Quizá no tengas un amor real para pasar el invierno, de esos que son como dormir y estar despierto como escribió Charly.
Quizá en tus noches de insomnio te visiten espejismos de historias de ayer, porque en las noches los recuerdos pueden ser como un gorro de piel en Siberia. Pero también en la nieve hay amaneceres, y la luz del día arroja nuevas claridades que nos confirman en los caminos que tomamos, a pesar del dolor.
A veces cuando hace frío y nos sentimos mal, el pasado se disfraza de perfección.
Puede presentarse como una bocanada de oxígeno para quien se ahoga, pero para vivir hay que seguir nadando hacia los puertos soñados, brazada tras brazada, patada tras patada.
Esas nostalgias son como alimentos  para escribir canciones y poemas, pero el corazón es un músculo y necesita galopes.
Hace frío, hay tanta tristeza por ahí...
Será por eso que por hoy me alcanza con esos abrazos que calientan mi sangre sin exigirme nada a cambio, o casi nada, pero donde soy quien soy ahora; dos cuerpos  acoplados que interrumpan unos instantes la voracidad del frío, mirarte en los ojos sin sentirme una  extraña.

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