"Voltaire dijo que el hombre más extraordinario que registra la historia fue Carlos XII. Yo diría: quizá el hombre más extraordinario -si es que admitimos esos superlativos- fue el más misterioso de los súbditos de Carlos XII, Emanuel Swedenborg".
Éstas son las palabras inaugurales de Borges en la conferencia que pronunciara en la Universidad de Belgrano sobre el místico sueco. (Fuente: http://www.temakel.com/texbswendenborg.htm).
En ese mismo reportaje, Borges confiesa que quedó maravillado con la lectura de aquel extraordinario místico y científico sueco, cuya cosmogonía, sus travesías por el mundo espiritual y sus diálogos con ángeles y demonios, aun a los legos e ignorantes como yo, pueden resultarnos muy reveladoras.
Leyendo la dedicatoria del libro de Emanuel Swedenborg (1688-1772) que está en mi biblioteca (Cielo e Infierno, Grupo Libro, Madrid, 1991), descubro que mi ejemplar me fue regalado por un amigo en 1992, hace como un millón de vidas.
En recientes acontecimientos cotidianos, conversando con entrañables amigas, el nombre de Swedenborg acudió a mi mente, al tratar de explicar conductas de algunas personas que conocemos, acudiendo a elementos de análisis político y pseudopiscológico, de esos que abundan en las charlas de catarsis y consolación, en especial, después de atravesar jornadas de inquietantes (angustiantes, desagradables, molestos) provocaciones, de esas que lastiman un poco el alma.
Siguiendo su ciencia de las correspondencias (ciencia hoy ignorada y perdida, como bien lo reconoce el propio autor), podremos llegar a comprender que el Cielo y el Infierno provienen del género humano. "En efecto, el hombre que recibe las cosas del mundo sin estar abierto a las cosas del Cielo, crea en sí mismo el Infierno".
Y cada uno elige en qué lugar habitar.
"El mal y la falsedad son nubes que se interponen entre el sol y el ojo del hombre, estropeando el esplendor y la serenidad de la luz [..] Los espíritus malvados desean y aman hacer el mal por encima de todas las cosas, y, sobre todo, gustan de inflingir penas y castigos..."
Nosotros hoy decimos de otros modos, que nunca se ajustan tanto a la verdad. Creemos ser más contemporáneos, creemos ser deudores y herederos de la tradición positivista, de Freud, de Marx, de los estructuralistas, los lingüistas, los surrealistas, la "banalidad del Mal", quién sabe. Renegamos de la teología y de toda ciencia anterior a la Modernidad, desconocemos el valor de toda forma de conocimiento que no se ajuste al paradigma en que nos hemos educado.
Y entonces, ignorantes, decimos de estos ángeles caídos, de estos hombres y mujeres que aman hacer el mal, que gozan con el sufrimiento ajeno; que la cobardía o la inseguridad, o una reprimida virilidad que debe someterse a una hembra autoritaria, quizá (como la mantis que comienza a devorar al macho aun antes de finalizar la cópula), los impelen a agredir y a maltratar, aun a riesgo de provocar su propia muerte (su Infierno).
Pero sospechamos que esas nubes densas que los rodean y avanzan hacia nosotros, ensombreciendo la llama que es nuestra voluntad y el brillo de esta voluntad que es nuestro intelecto (en imágenes y palabras de Swedenborg), son pedazos de ese Infierno en el que habitan y al que quieren sumarnos.
En ese mismo reportaje, Borges confiesa que quedó maravillado con la lectura de aquel extraordinario místico y científico sueco, cuya cosmogonía, sus travesías por el mundo espiritual y sus diálogos con ángeles y demonios, aun a los legos e ignorantes como yo, pueden resultarnos muy reveladoras.
Leyendo la dedicatoria del libro de Emanuel Swedenborg (1688-1772) que está en mi biblioteca (Cielo e Infierno, Grupo Libro, Madrid, 1991), descubro que mi ejemplar me fue regalado por un amigo en 1992, hace como un millón de vidas.
En recientes acontecimientos cotidianos, conversando con entrañables amigas, el nombre de Swedenborg acudió a mi mente, al tratar de explicar conductas de algunas personas que conocemos, acudiendo a elementos de análisis político y pseudopiscológico, de esos que abundan en las charlas de catarsis y consolación, en especial, después de atravesar jornadas de inquietantes (angustiantes, desagradables, molestos) provocaciones, de esas que lastiman un poco el alma.
Siguiendo su ciencia de las correspondencias (ciencia hoy ignorada y perdida, como bien lo reconoce el propio autor), podremos llegar a comprender que el Cielo y el Infierno provienen del género humano. "En efecto, el hombre que recibe las cosas del mundo sin estar abierto a las cosas del Cielo, crea en sí mismo el Infierno".
Y cada uno elige en qué lugar habitar.
"El mal y la falsedad son nubes que se interponen entre el sol y el ojo del hombre, estropeando el esplendor y la serenidad de la luz [..] Los espíritus malvados desean y aman hacer el mal por encima de todas las cosas, y, sobre todo, gustan de inflingir penas y castigos..."
Nosotros hoy decimos de otros modos, que nunca se ajustan tanto a la verdad. Creemos ser más contemporáneos, creemos ser deudores y herederos de la tradición positivista, de Freud, de Marx, de los estructuralistas, los lingüistas, los surrealistas, la "banalidad del Mal", quién sabe. Renegamos de la teología y de toda ciencia anterior a la Modernidad, desconocemos el valor de toda forma de conocimiento que no se ajuste al paradigma en que nos hemos educado.
Y entonces, ignorantes, decimos de estos ángeles caídos, de estos hombres y mujeres que aman hacer el mal, que gozan con el sufrimiento ajeno; que la cobardía o la inseguridad, o una reprimida virilidad que debe someterse a una hembra autoritaria, quizá (como la mantis que comienza a devorar al macho aun antes de finalizar la cópula), los impelen a agredir y a maltratar, aun a riesgo de provocar su propia muerte (su Infierno).
Pero sospechamos que esas nubes densas que los rodean y avanzan hacia nosotros, ensombreciendo la llama que es nuestra voluntad y el brillo de esta voluntad que es nuestro intelecto (en imágenes y palabras de Swedenborg), son pedazos de ese Infierno en el que habitan y al que quieren sumarnos.
(La imagen es una de las ilustraciones de Gustave Doré para el infierno en la Divina Comedia.)
2 comentarios:
hola. volví, después de tanto.
está bueno que rescates cosas olvidadas, o desconocidas. justo borges era un maestro en eso, no?
Gracias por volver, muchacha! Y si, está bueno, una de pronto recuerda un libro....y de paso, aprende algo de Borges...
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