Me fui a la playa y volví, algo vacía.
No era cualquier playa, aunque cualquier playa, allá, junto al océano, sea la misma, por siempre. Esa, la de nuestros recuerdos, nuestro pequeño y privado paraíso perdido.
Quizá ahí reside, más que en ninguna otra idea, la metáfora de la eternidad.
Pero yo fui esta vez a la coincidencia geográfica. Volví a esa playa, ese balneario, esa Villa, que es mi Mito de origen y destino. Y sin embargo, está y no está ahí.
Caminé sola, con el pulso acelerado, por esas callecitas de arena de Barrio Norte que son y no son. Buscando, como un naufrago que ansía ese horizonte de promesa de supervivencia, lo que no existe más allá de mi memoria.
No era cualquier playa, aunque cualquier playa, allá, junto al océano, sea la misma, por siempre. Esa, la de nuestros recuerdos, nuestro pequeño y privado paraíso perdido.
Quizá ahí reside, más que en ninguna otra idea, la metáfora de la eternidad.
Pero yo fui esta vez a la coincidencia geográfica. Volví a esa playa, ese balneario, esa Villa, que es mi Mito de origen y destino. Y sin embargo, está y no está ahí.
Caminé sola, con el pulso acelerado, por esas callecitas de arena de Barrio Norte que son y no son. Buscando, como un naufrago que ansía ese horizonte de promesa de supervivencia, lo que no existe más allá de mi memoria.
1 comentario:
Hay un poema de Pavese (que ahora no lo encuentro) que dice algo que me gustó. Sólo recuerdo una frase que en su momento me impactó: "vale la pena volver, aunque sea distinto".
Quizás la idea de que va a ser distinto es la actitud que permita el regreso. Es la inevitable paradoja de todo regreso: volver a otro lugar, nunca al mismo, si pensamos que los lugares están entramados con el tiempo, y que no somos los mismos.
Me acuerdo de ese lugar (Villa G.), yo nunca volví, pero tampoco viví tantas cosas, por eso mi vuelta ahí sería más inocua.
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