lunes, 22 de septiembre de 2008

They use to be three

Solían ser tres (aquí quisiera decir :they use to be, porque no encuentro una expresión castellana más precisa): padre, hija e hijo.
Quién sabe si fue el dolor de la viudez prematura, cierta perspectiva egomaníaca de la existencia, la persecusión política, otras muertes. Se fue, dejando atrás dos niños, madre y hermanos. Una casa vacía y un país encendido y sangriento.
Los niños lo siguieron un tiempo después. Por entonces, sus noches eran de sueños apastillados, ausencias excesivas y miedos. Dejaron atrás la escuela, el barrio, los amigos y los recuerdos. Y el país flamígero y desorbitado que conocían y quizá, amaban.
Unos años después, ya no tan niños, los mandó de regreso. En nombre del "buen nivel universitario", se los sacó de encima como quien se desembaraza de una pesada carga que ha llevado más tiempo del que podía soportar. Se justificaba.
Después se fue el hijo. Como todo hijo, buscaba el fantasma de su padre, y atravesó la selva, el Trópico y una iniciación un poco brutal en el corazón de Sudamérica. Aprendió entonces a vivir así: como un nómade, sin patria, ni amigos, ni familia, o más bien, encerrando en su corazón desconcertado eso, bajo la forma de recuerdos deformados y ensoñaciones.
La hija, hecha de una naturaleza más cobarde y tímida, abandonó todo para seguir a un hombre que la dominara, pues el amor, para ella, estaba hecho de tiranía y opresión, de obediencia y sumisión, tal como el padre le había enseñado.
Quiso volver para ser abuelo, pero como no había querido ni sabido ser padre, saltear una generación resultó una tarea imposible. Anuncio que destruiría las ruinas del pasado y construiría nuevos cimientos. Sin embargo, ante las primeras dificultades, hizo lo que mejor sabía hacer y huyó, dejando atrás de nuevo lo poco que quedaba de los tres que alguna vez pudieron ser una familia y ahora son sólo tres personas que se alejan y se alejan, como si los límites del mundo fueran demasiado pequeños para albergar la suma de traiciones, desengaños y odios que los vinculan.

1 comentario:

Cecilia Ferreiroa dijo...

está muy bien escrito este texto. me gusta mucho la idea final.