martes, 19 de mayo de 2015

y si los nombres de Flaubert, y Nabokov, y Chejov te causaban una especie de euforia

"En el mundo no hay más que conversación."
(Marcel Proust)


I
Depende cómo uno estuviera, pero la cosa podía parecer una versión paródica, y berreta, de un capítulo de American Horror Story, ponele.
Diestra y siniestra, según el lado del espejo.
Las mirabas y lo que veías era a unas señoras moralistas,
que se vestían mal
no por rebeldía sino por un estructural rechazo por todo lo que consideraban frívolo...
¡¡¡ellas se consideraban "profundas"!!!

II
Profundos son los abismos,
los pozos donde caen las niñas como Alicia,
los laberintos donde habitan los minotauros
...mis queridas.
¿No saben que Swann enseñó hace mucho que el gesto frívolo puede tener como propósito hacer brillar a la persona inculta,
reconocer al invisiblizado?
Es de gran profundidad del alma ser un buen frívolo,
para eso se requiere ser amable (y amador),
ser elegante, sofisticado digamos,
conservar la humildad propia de los linajes perseguidos, y entonces se finge frívolo,
como Swann,
que también lo hace por amor,
para no opacar con su capacidad de bucear en aguas profundas del alma humana y de la cultura,
de la política y de la vida,
de la religión y de su rechazo.

III
Ellas no saben,
porque para saber esa clase de cosas hay que estar vivo y para estar vivo hay que arriesgarse.
Ellas no saben, porque esos saberes hay que adquirirlos uno mismo, uno solo, uno como resultado de la experiencia de la vida, de arriesgar el cuerpo, de ponerlo, de dejarse modificar y atravesar por la contundencia de algunas lecturas, algunas vivencias, algunos amores, algunos abismales pozos de profundo dolor,
de los que se emerge solamente por medio de alguna verdad y de algún deseo
por los que, sabido es, hay que pagar un precio.
Ellas no eran  ni profundas ni nada genuino, apenas imitadoras, siamesas espejadas de originales inconclusos: leían lo que había que leer,
veían las películas y series que había que ver,
tenían las posiciones políticas que había que tener...
¡Ay, eran tan asquerosamente correctas!
¨Podían pasar décadas con el culo apoyado en la misma silla, en la misma habitación , en la misma oficina, mirando por la ventana la copa de un mismo árbol que muda de primavera a invierno, de verano a otoño,
que muda,
mucho más que ellas

IV
Calculá  que es probable que lo más atrevido que habían hecho en su vida fuera una escenita de sexo con algún pelmas que ni siquiera era muy guapo ni cogía muy bien.
y espiar por la cerradura o el muro de la red social.
Sentían aversión por la belleza en estado puro, en estado de excepción,
tal vez porque la belleza, sabido es, puede poner en riesgo nuestra seguridad, puede desencadenar tragedias, puede hacernos sucumbir de temblor, puede desquiciar nuestra razón y curarnos de nuestros goces demoníacos...
O dejarnos tan lejos y solas como si fuéramos Loles Von Steines.

V
Y entonces, a ver si todavía caemos en el amor,
 y nos vemos obligadas a elegir, y a tomar decisiones un poco más éticas y menos moralistas, menos zonzas, menos pacatas....
No.
Ellas sentían  rechazo por cualquier saber que produjera verdad, o la esperanza de verdad, porque  sucumben a los espejismos, que dan mucho menos trabajo y se pueden comer en la cena sin problemas de indigestión.

V
Pero en cambio,
si justo habías estado leyendo a Nicanor Parra,
te podías llegar a cagar de risa de esas escenas mezcla de ese pathos  de las redes sociales, ese menjunje de autobombo y decadencia.
Si justo acababas de acabar,
si estabas tomándote un buen vinito o escuchando Fuerza Natural o fumando unas buenas flores,
ponele.
Si andabas leyendo a un escritor noruego, o a un alma rusa algo nerviosa,
o si estabas leyendo a Barnes o a P. Dick, o a Hornby o J.C.Oates, o a Alice Munro o a Truman, o si eras #fanáticaenferma de Proust, o tenías tres ladrillos de Irving leídos nada más que el último año, o si descubrías poemas de Leminski y Lemebel,
si te estremecían cosquilleos en la médula espinal
y te sentías emparentada de algún modo con el mundo de Nina Berberova,
y escuchabas por la tarde una canción del romacero español como si la vida fuera eterna,
y si los nombres de Flaubert, y Nabokov, y Chejov te causaban una especie de euforia,
y leías a Patricia Highsmith en la juventud.

VI
Y volvías a una y otras vez a buscar "lo irremediablemente perdido":
 tu infancia en Dickens,
tu primer deseo de justicia social en Zola,
tus sueños de precoz erotismo en Cortázar y en Tolstoi,
tu alegría por el humor inteligente en Bioy,
y los ruiseñores en O.W.,
si no te importaba el canon
si el cine #pretenciosoberreta te causaba arcadas antes (y ahora)
si no te impresionaban los atributos del poder que no puede, pero reconocías al poder que si puede.
si todo eso...
(Ay, Dios, cerca de ellas  me ahogo como Marcel en un ataque de asma.)

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