domingo, 20 de septiembre de 2009

La herencia de Eszter, de S. Márai


Ya en un post anterior he mencionado mi descubrimiento de este autor, mediante la lectura de El último encuentro, aunque como ocurre con algunas novelas que llegan para quedarse a habitarnos, la primera impresión es sólo eso, una primera impresión que, con el correr de los días, se queda a vivir, resignificándose en el contexto de nuestras sucesivas interpretaciones y de interpretaciones compartidas con otros lectores, como A. Esta vez, hemos coincidido y, como no es usual que nos ocurra eso con la literatura, a los pocos días busco otra novela de Márai que quizá podamos compartir.
Hay libros que llegan a nuestra vida en el momento preciso en que tienen que llegar, y ese ha sido el caso de El último encuentro. Trajo consigo, además de la belleza que habita en toda narración elegante y honesta de un buen escritor, algunas respuestas a otras esperas y ensueños de últimos encuentros que una añoraría, si la vida tuviera esa clase de justicia literaria que a veces creemos que puede tener.
Y algo parecido, aunque apenas acabo de leerlo, me ha ocurrido con La herencia de Eszter (Barcelona, Salamandra, 2000, 13a ed. 2006). Es cierto que no nos deja de Lajos (el gran amor de la juventud de Eszter, la narradora) una muy buena impresión: mujeriego, abusador, encantadoramente mentiroso, ha regresado después de veinte años para apoderarse de lo único que no logró quitarle entonces a Eszter, su familia y sus amigos.
La vida de esta solterona ha trancurrido, desde que Lajos la dejara para casarse con su hermana Vilma, muerta hace mucho, en una especie de no-vida, de continua espera, de la lenta agonía de quien ya no desea nada (en un clima parecido, si se quiere, al de El último encuentro, en el que los pequeños detalles de los preparativos para recibir al visitante van dando lugar a las explicaciones que precipitaron los hechos, veinte años antes).
Junto con su parienta, la anciana Nunu, y las visitas dominicales de su hermano Laci y sus amigos Tibor y Endre, la vida de esta mujer transcurre repitiendo la rutina un día tras otro, entre el jardín donde cultivan flores y almendros, y la casa, donde han quedado las fotos, los muebles y los recuerdos de la vida que podría haber sido y no fue.
Pero el domingo en que, tras enviar un telegrama Lajos anuncia su visita, todo cambiará.
Es Eszter la que nos narra los sucesos de esa fatal mañana en que regresa Lajos, con su pequeño y desagradable séquito, además de sus dos hijos, los sobrinos de Eszter.
¿Pero por qué Eszter no se rebela contra el destino que Lajos viene a imponerle una vez más? ¿Es posible, acaso, escapar del destino? ¿Es ella cómplice de su propia desgracia? ¿El cinismo de Lajos lo explica todo?
La conversación con su sobrina Eva, que la carga de reproches y le pide ayuda para poder huir, a su vez, del destino que su padre ha elaborado para ella, pone luz a algunos acontecimientos que determinaron los hechos ocurridos veinte años atrás, pero esa explicación tardía, que de algún modo le hace una pequeña justicia a Lajos, no ayudará a Eszter. Ella misma nos dice: "Me sentía mareada, como siempre que me veo obligada a salir de mi mundo inmaterial de espera, de contemplación y de sombras, para enfrentarme a la realidad."

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