miércoles, 26 de diciembre de 2018

Para la intimidad

El despliegue de imágenes de felicidad en las redes es tan obsceno que se parece demasiado a cualquier propaganda de regímenes autoritarios.
Sé feliz.
Consume.
Goza.
Muéstralo.

Sé sexualmente hiper activa/o.
No te enamores.
No sufras.
No te enfermes.
No caigas en sentimentalismos.
No le digas a alguien lo que realmente sentís porque eso te vuelve vulnerable y estúpida.

Disfrutá el presente.
Aprendé a soltar.
Si sucede conviene.
Viajá a lugares exóticos y caros. No te conformes con menos.
Posá como modelo porno.
Sé joven.
No seas pesimista.
Alegría alegría.
The winner takes it all.

Sé él/la más militante.
Sé bueno/a.
Deconstruite.
Empoderate.
Nunca dudes.
Sé acertiva/o.
No tengas miedo.
Muéstrame.

¡Oh, cómo nos amamos en nuestra pareja/familia/trabajo!
¡Qué libres somos en nuestras redes prisiones!
¡Cómo disfrutamos la vida!
Qué filtros bellos de intensos colores lo tiñen todo.
Acá nadie pierde.
Acá nadie llora a sus muertos.
Acá nadie sale herido, nuestros narcisismos gozan todos de perfecta salud y se hacen chistes ingeniosos y se cortan los vínculos  mostrando una foto que comunica un cambio de planes, mandando un alegre y políticamente correcto mensaje por WhatsApp, dejando al otro/la otra hablando solo.
¿No lo ves?

Entonces la muerte irrumpe con su contundencia.
Y se terminan las imágenes felices.
Y solo somos lo que fuimos: seres rotos buscando el abrazo y el consuelo, la palabra que cura, la mano que acaricia.
La amistad como escudo y hogar.

Entonces la vida irrumpe con su contundencia y somos eso que fuimos: animales alados con corazones infinitos.
Y miradas que ven más allá.

Y nada de eso se muestra. Eso es para la intimidad, aunque ya nadie sepa muy bien qué quiere decir eso.

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