viernes, 31 de enero de 2020

Puro invento

Sólo cuando no se está enamorada es posible escribir sobre el amor.
Sólo cuando la parte inventada, como escribiría Rodrigo Fresán, es genuina, es posible que cada lector se encuentre allí, me encuentre ahí, te encuentre.
Entre las palabras que tejen las tramas, y al escribir como contrareloj porque ya pronto se termina este breve tiempo que hemos podido robar al cotidiano y a los amos.
Tiempo para animarnos a mirar en nuestro propio abismo, tiempo robado a los otros (a todos los otros y al Otro), así, de ese modo se cuela la parte autobiográfica, pero lo hace justo allí donde casi nadie la encuentra, a veces ni siquiera nosotras.
O si realmente la encuentran es porque al hablar de mí hablo de otras, es porque se escribe como se puede y a veces es con los codos en un teléfono en una esquina bajo una lluvia de verano; es porque es mi material para contar el mundo: estas palabras y todas las que bailan el juego extraordinario de la sucesión de metáforas y metonimias, estas que a veces se dejan invadir por lo poético, y casi siempre -¡Ay!- lo arruinan. Estas palabras que no soportarían una sola crítica de especialistas,
que a veces simulan confesiones y otras veces pueden serlo, van por su cuenta como esos nadadores que desafían al mar y cada tanto se ahogan sólo para que alguien escriba un cuento.
A los juglares que cantan el amor, honores eternos.
Aunque ellos, como yo, sólo puedan escribir palabras de desamores.
Porque cuando se está enamorada, quién sabe si es posible escribir canciones o relatos.
Sólo cuando los recuerdos se van desdibujando, las voces se olvidan, las pasiones se han consumido -consumadas o no-, entonces estamos listas para contar acerca de eso que es puro invento aunque tal vez sean las únicas formas de encontrarse con alguna verdad de nosotras mismas.

miércoles, 29 de enero de 2020

En una vieja estación de trenes abandonada

Me dicen que un amante que tuve hace poco tiene un nuevo romance y me deja indiferente como un pescado muerto.
G. Klimt
Pero la sola sospecha de que un viejo amor ame a otra me perturba la noche.
Después leo las noticias del mundo y de mi patria y me parece que nada de eso importa.
Y luego llego a creer que lo único que importa es justamente eso.
Un amor, un buen libro, una buena conversación, y que nuestros hijos estén bien.
Todo lo demás es como el polvo que vuela en el viento, en una vieja estación de trenes abandonada.
El tiempo somos nosotros.

martes, 21 de enero de 2020

Como escuchar otra vez a Prince


Cuando de siente un bicho raro, salmón entre delfines, ballena blanca entre orcas; al mirar como espiando por la cerradura a esas parejas que parecen llevar décadas amándose, esas parejas que son como la encarnación (en su imaginación, claro) del proyecto burgués siglo XX, cuando piensa que tal vez el asunto de la monogamia y del amor #paraTodaLaVida no sea tan mal plan (envecejer con alguien que conoce tus lados oscuros y los monstruos que te habitan, el olor de tus bajones, tus miserias), recuerda que hay personas que llevan décadas sin probar el vertiginoso sabor de un primer beso. La inquietud adrenalítica de descubrir el encuentro de los cuerpos por primera vez ... que llevan un millón de años escuchando las mismas canciones y repitiendo el eco de los espejos...
Se encoje de hombros y piensa: esas personas hacen bien. Y ella también. No cree en eso de que si sucede conviene ni en aquello de que Dios nos pone a prueba o nos somete a las experiencias que estamos en condiciones de transitar para aprender.
Hace rato que sabe que la vida es profundamente injusta y que elegimos muy poco.
Pero dentro de ese pequeño territorio que llamaremos libertad, allí donde es capaz de renunciar a la seguridad del cuidado y del confort, pero incapaz de renunciar a la curiosidad y al amor, que siempre viene con su inmensidad de sorpresas y conflictos, con su bibliotecas de desencuentros e inquietudes.
Cada cual tiene las aventuras que puede, cada cual enfrenta el viento de frente de manera distinta. Surfeando la ola, corriendo en medio de una tormenta de arena, orgasmeando la vida, o en asientos de primera en un avión que lleva a un destino de paisajes y museos nuevos, y amores viejos.
Y piensa que el gesto de A en el climax amor del es como escuchar (una vez más) a Prince, aunque ahora lo disfruta más (o por lo menos, distinto) después de haber pasado por unos cuantos tangos y boleros, y unas comedias de enredos, y algún que otro blues trasnochado en viajes campestres.

viernes, 17 de enero de 2020

Lo real

C dice que yo estoy espléndida y que no debería idealizar a A. Que me veo mucho mejor que A. Es decir, suponiendo que hubiera alguna clase de equilibrio o simetría, o algún tipo de justicia estética en los vínculos mediados por el deseo, debería ser A el que dude de sus posibilidades conmigo, y no al revés.
Pero esas cosas no existen.

Nos mostramos fotos. Allí cada una ve lo que quiere, mejor dicho, lo que no sabe que quiere o lo que no sabe por qué quiere. Donde B ve a un hombre atractivo que la seduce por su inteligencia y humor, C ve a un viejo sin gracia y acabado.
C es joven, C es espontánea, C tiene todavía pocos golpes.
Le muestro una foto de A. Yo veo en esa imagen el paso de los años (las arrugas, las entradas, el rictus) pero también veo la memoria de la presencia del muchacho, del viajero, del aventurero, del valiente, del exiliado, del que sabe muchas cosas que yo no sé; y veo los secretos que conozco de nuestra intimidad. Eso me provoca una sonrisa que no puedo disimular, recordar esa intimidad y algunas entonaciones de A, sobre todo cuando parece estar enojado, entusiasmado con lo que dice o bromea.
Yo veo en esos brazos un abrazo de despedida y en esa boca los besos posibles que todavía no, o recuerdo alguno de ayer. Y la chispa esa en la mirada que pide, sedienta.
C, en cambio, insiste en que yo estoy mucho mejor que A, que B está mucho mejor que el hombre que le gusta.
Lo real, escribe por allí Lutereau, es la estética.

jueves, 16 de enero de 2020

Sin animales

Por primera vez en toda mi vida llegar a casa no será llegar del todo. En todas mis casas, en todas mis vidas, al llegar había mascotas o una mascota esperando el regreso.
O al revés.
Incluso cuando el animal había sido parte del viaje, al llegar una gata que se había quedado en la ciudad, por ejemplo, estaba esperándonos.
Gatos, perros, peces, tortugas, benditos sean.

Llegar a casa no será llegar a casa.
Maldición eterna a los que matan por crueldad.

viernes, 10 de enero de 2020

Como un vientito de verano

Sale con A y a pesar de que al principio se entusiasman ambos con el sexo, algunos gustos musicales y amigos comunes, la pequeña llama ni crece ni dura.
Ni siquiera les sirve para olvidar el dolor último que cada uno arrastra. A ella, las circunstancias la colocan rápidamente en un cruce de caminos con el deseo que es realmente deseado. Él sigue, en apariencia, rumiando gozosamente su último tango.
Con un par de chat y un polvo apurado, dan por finalizado el intento de ...
¿encuentro?

Se cruzan un par de veces, el saludo es algo tenso, como cuando compartimos un secreto con otro que no nos interesa demasiado pero que, entre la gente, se vuelve un obstáculo a la espontaneidad.
Después, el humor y el olvido extinguen lo incómodo y cuando vuelven a cruzarse, es como si nada hubiera pasado. Casi dos extraños que no se caen mal, pero tampoco muy bien.
Telón.

En el siguiente acto, sin embargo, una tercera persona irrumpe en la escena. Entonces ella, que ya no recuerda en su cuerpo las marcas de él, siente un escalofrío que le eriza los pelos, como si él realmente le importara más que lo que le importa.
Y entre los helechos y los agapantus, entre la política y las novelas, avanaza el verano y estos celos se diluyen como un cubo de hielo en un vaso de trago.
Mezcla el limón, apura la bebida, se sube a la bici y se deja acariciar por un viento de verano que trae acordes de un pop de los ochenta que no está nada mal.