jueves, 23 de abril de 2020

El tiempo hace caprichos

Había salido, había pisado el otoño y lo había visto sobre su pequeñez, habitando las copas de los árboles del barrio lleno de ausencias.
Se había cruzado con un viejo cartonero que arrastraba un carro desvencijado por la avenida y la miró con unos ojos acusadores que a la vez parecían pedir disculpas por la falta de barbijo.
Y ella fue la que agachó la cabeza y hundió la mirada en su pecho, y ni todo su barbijo ni todo su agotamiento, su esfuerzo, su entrega, eran nada al lado de toda esa falta.
Llegó a la verdulería y sintió que toda su queja egoísta , la plata que no alcanza, el trabajo que es siempre excesivo, la angustia por las personas que quiere, todo eso no se mitiga con el dulce jugo de las manzanas, pero su familia puede comer y ella puede pagar.
Y el frescor de la rúcula , el goce de las uvas... Tanto para pocos y tan poco para tantos ...
El mundo se ha convertido en la pesadilla que la ciencia ficción venía anunciando.
Ella, que no sabe nada, cada tanto sospecha y es como hundirse en las sombras de algunos cuadros de Goya, Cronos devorando a sus hijos y también Los desastres de la guerra ...
Y quién sabe por qué la camioneta cubierta de hojas amarillas, las calles vacías como en una escena guionada por Oesterheld pero en colores, le hizo pensar en una calle de Palermo, calle de adoquines, en algún invierno muy pero muy lejano ya, un domingo a la mañana , el cuerpo saciado, caminar bajo copas otoñales de árboles que no sabía si volvería a ver, subir al auto, poner música , tomar la avenida santa.
Y descubrir - cuando a lo largo de los años fuera volviendo a esa calle, o a otra, pero siempre a esos besos matutinos sin mate, parte que realmente odiaba la de sin mate, pero que la noche, la cena, el vino, el sexo, justificaba- que el tiempo hace trampas y caprichos con nuestra vida.
Pandemias.

jueves, 16 de abril de 2020

Como esas cosas que sabíamos que un día llegarían

Fue como tantas de esas cosas que sabemos antes de que nos las digan. No porque una sea particularmente intuitiva ni nada por el estilo.
Es tal vez que el cuerpo a veces lee la gestualidad ajena , o capta el clima, como una partícula molecular no virósica y saca conclusiones antes que se active la parte del cerebro donde pensamos según la lógica, si es que tal cosa existe.
Sabemos a veces de esa forma, por ejemplo, que una persona ha muerto un poco antes de que nos lo digan, o que alguien está por llegar, o que tu pareja te mete los cuernos, o que alguien va a traicionarte, aunque las señales sean imperceptibles e inconectables racionalmente .
Conscientemente.
Como cuando sabés que tal persona se está acostando con la misma persona que vos, aunque nadie lo haya dicho.
Y de paso te das cuenta ahí si la persona con la que te estás acostando realmente te importa.
Del mismo modo.
Con ese saber del cuerpo .
A veces no queremos saber.
Nos resistimos .
Hacemos enormes esfuerzos para no ver lo evidente, no escuchar los aullidos, no oler lo salvaje de la desesperación que rasca las puertas.
Las puertas de las casas, las iglesias , los asilos.
Las puertas y compuertas que pueden abrir los diques, dejar salir todo este inmenso llanto que contenemos para no derrumbar a otros.
Para no derrumbarnos.
Para no ser ríos correntosos de lágrimas por el mundo perdido .
No es que fuera un gran mundo, pero era el nuestro.
Y allí, a nuestro modo, nos amábamos y amábamos la vida lo suficiente como para salir a pelearla todos los días.
Es como esas cosas que sabíamos que un día llegarían....y aun así no estamos preparados.

¿Quién despedirá a nuestros muertos?

¿Quién despedirá a nuestros muertos, a los que se van sin los ritos funerarios? ¿O acaso no hay una historia de tragedias humanas que se originan en no poder cumplir los ritos funerarios?
¿O acaso no sabemos en Argentina demasiado de esto, de no poder tocar, ver los cuerpos de aquellos que amamos y se van?
¿O acaso no tuvimos suficiente?
¿Cómo seremos cuando termine la mutación, cuando las fosas comunes sean visitadas por los deudos, cuando dejemos de ser zombies?
¿Cómo será el amor, cómo será el encuentro, el sexo, la caricia que calma a una extraña o un extraño y que nos hace humanos?
¿Cómo seremos con los que en su avaricia sin fin se quedan con todo, con toda el agua, con toda la comida, con todas las vacunas, los barbijos, los cielos, los bosques, respiradores, camas, la paz, las fiestas, los campos de verde amor?
Culto a los muertos, reconocer el linaje del cual venimos. Cultivo de alimentos, reconocer que pertenecemos a la especie, y debemos dejar ese saber y ese nutriente a los que vienen.
¿Cómo compartiremos el pan, compañeras, compañeros?