viernes, 29 de marzo de 2019

Cuando seamos más jóvenes

Tuve ganas de decirle que cuando fuéramos grandes volveríamos a encontrarnos y a amarnos.
Hiroshigue
Pero después recordé que ya éramos grandes, y habíamos dejado atrás muchas oportunidades.
No diría desperdiciado, porque muchas veces fuimos y volvimos en el tiempo para encontrarnos y compartir diversas formas del amor. Sin ansiedades, sin dramatismos, como amigxs que se saben los deseos, como amantes que se toleran los desencuentros y traiciones.
Tuve ganas de decirle que sacaba lo mejor de mí, y creo que se lo dije alguna vez.
Y después, puse una canción de George Harrison y me acordé de él, de sus guitarras, y de la que yo estaba siendo cada vez que el tiempo nos volvía a cruzar.
Y siempre había sol, salvo una lejana primera vez en una playa nublada donde el futuro era infinito.
Y le dije: cuando seamos de nuevo adolescentes, volveremos a encontrarnos, para amarnos, si es que todavía nos parece un buen plan para una tarde de verano o de otoño.

martes, 19 de marzo de 2019

Blue moon, you knew just what I was there for

No, no soy buena.
No puedo perdonar algunas afrentas.
A veces odio.
Sé que es el precio de amar, quisiera dejar de odiar y de doler. Pero no cambiaría lo bien que me hizo sufrir el que mejor me hizo sufrir.
Mi cristianismo está fallado, roto, y si una imagen me trae una mirada suya, una en particular,
podría olvidar incluso todas las injurias.

Los cuerpos saben antes y olvidan después.

Las palabras pueden ser flechas lazadas hacia el blanco indicado, pero los corazones con cicatrices casi nunca aciertan. No puedo dejar de amar todo lo que no sos, ni fuiste, ni serás mientras odio tu obstinada indiferencia.
Y mi miedo.
La Luna llena explota de erotismo, el mar es siempre promesa y adiós.
(Blue Moon sabe que espero sin esperanza lo que nunca será, lo que me fe arrebatado, lo que añoro en las plegarias que rezaría si supiera rezar).
Sé que es todo lo que invento y nada es real.
Lo único real es su máquina de humo y su talento como director de marketing.
Y un intenso amor que no provoco ni recibo.

Lo dejo atrás como se abandona lo que ya no; pero un día la Luna llena y el otoño prematuro, y esas calles de mi barrio platense que podrían ser menos tristes, lo traen. Entonces tomo el recuerdo informe y lo amaso, lo acaricio, miro en las pupilas un espejo que no hubo, me maldigo por no amar al que me acaricia los hombros y me sonríe como cuidándome.

Sé que estás muerto, pero en mí seguís vivo, como si habitaras en el límite entre mi alma y el mundo, perforando con tu ausencia mi piel que alguna vez deseaste como un perro rabioso. Volvés como reencarnando en la forma en que amo a un hombre que quiso y no pudo, y en uno que pudo pero no quiso.

Los cuerpos no olvidan, pero tampoco aprenden.

(Blue Moon decile que  "please adore me").

viernes, 15 de marzo de 2019

Gracias por hablarme

Carga el cajón sobre el hombro, realiza la maniobra, lo baja. Lo deja en el piso. Se le nota el cansancio, todavía no son las 9 de la mañana, pero su cansancio no es el del día, o de una mala noche, no es el de un pibe de veinte años sano.
Es el cansancio de la pobreza combinada con la desesperanza.
Elijo una planta, un potus. Le pregunto de dónde es.
Del campo, me dice. Creo que se refiere a las plantas. Se ve que no está acostumbrado a que le pregunten por él.
Pero vos de dónde sos, insisto.
De José C Paz, me dice. ¿Ah, y cómo te venís? Me traen en una camioneta.
Hablamos un ratito, sobre la escuela (a la que le gustaría volver), los pinitos que huelen a limón (me los hace oler). Insiste en que me lleve el  pinito, pero yo quiero el potus.
Mirá que te hago precio porque sos la primera que me habla.
Su cansancio es el cansancio de los que nadie registra, de los no reconocidos.
No es el primer pibe que vende en la calle (medias, plantas, curitas, ml que sea) que me lo dice.
Gracias por parar, gracias por hablarme.
No sólo hace falta dar una mano comprando la mercadería.
Hay que mirar a los ojos y bancar, y bancársela.
Vivimos apurados, no siempre tenemos tiempo para detenernos y preguntar un nombre, una historia, hacerle saber a alguien derrotado y humillado, que su presencia no es invisible, que desde que los dioses nos dieron nombres, estamos siendo humanos y humanas.
Y antes de irme ya se acerca otra persona a comprar.
Y yo me voy con el corazón acongojado por el dolor de sospechar que estos miles de cansancios no tendrán tregua.

sábado, 9 de marzo de 2019

Recuérdame así

Alejandra Caballero, Fuente de la imagen
Hay gente que pasa por tu vida y no deja huellas,  es como una brisa sin fuerza de un otoño mortecino.
Y hay gente que te arrasa, que te arrebata, como un huracán o un tornado. Nada queda igual después, una se vuelve otra. Peor, mejor, eso quién sabe. Pero distinta.
Una no elige.
Sucede.
Es como mirarnos desnudas al espejo con detenimiento.
Como cuando nos desprendemos el corpiño en la soledad de nuestra habitación y por un instante, ese gesto que no se dirige a nadie, nos trae una memoria.
Descubrir o re descubrir algunas cicatrices cuyo origen nos constituye, tenemos un relato, varias versiones incluso.
Y otras que sólo al verlas decimos, cierto, es de tal cosa.
O a veces ni eso. No recordamos.
No hay modo de saber qué huellas dejamos en la vida de otras personas.
Tiendo a creer que me olvidan rápidamente justamente las personas que más marcas me han dejado.
L dice que tal persona me alude en una diatriba de red social, yo no lo creo. Más bien creo que esa persona no recuerda mi existencia, como me sucede a mí con otras personas.
Y me sorprende la oscuridad de una noche más de tormenta y sin luz murmurando uno de los mejores comienzos de novela, como un mantra que convoca los recuerdos: recuerda, recuérdame, recuérdanos así.
Así como en ese instante en que logramos detener el curso del tiempo y ser felices un instante.
Así como ahora, perdonando, en mi mejor versión de mí, recordando, en ti mejor versión de vos.
Así.
Mientras podamos.
Antes del diluvio o del Apocalipsis.