sábado, 28 de abril de 2018

Los días regalados

Se acuerda de ese día porque después de la charla del poeta maricón rebelde inconformista perseguido, se fue a encontrar con un hombre que había estado relacionado con ella de una u otra manera amorosa durante casi toda su vida.
O quizás no, quizás eso ocurrió antes, o después.
Se acuerda.
Porque el viaje de ida, con amigas, había sido el inicio de varios desencuentros, de esos puentes que se rompen, de esas naves que se queman, de esas cosas no se sabe cuándo empezaron ni hasta dónde llegarán.
A ella esos días le parecían regalados, como a todos los que anduvieron en las inmediaciones del Averno, entre pinchazos, sondas, morfina y ablaciones. Entonces, en la ruta, en la autopista, en las calles, miraba todo como si lo viera por primera vez. Y por última. La contaminación del río, las orillas de la Boca donde la policía cada tanto hace ahogar a un pibito (y todos lo olvidamos demasiado pronto).
Los edificios lujosos de la Avenida del Libertador, pobre Libertador, qué hubiera pensado de saber que en algunos de ellos, los de varias décadas, vivían confortablemente y sin culpa quienes ordenaban las torturas, vejaciones y carnicerías que ocurrían enfrente, en la Escuela de Mecánica.
Ella ya estuvo ahí.
Con A. La acompañó una vez a donar cosas de su padre. Recorrió el lugar. Sintió escalofríos. Miró a los viejos haciendo gimnasia o jugando al ajedrez en los jardines. Vio las fotos de los asesinados, entre los cuales hay varios familiares de personas que ella quiere con todo su corazón.
No lo pensó, pero algo en el cuerpo recién mutilado de ella sabía que eso podía terminarse pronto.
El poeta hace una puesta en escena performativa.
Reivindica poder ser él allí, porque en el fondo también sabe que eso puede mutar de nuevo en tragedia.
No lo verá, porque muere antes y en su país trasandino.
Donde también los hijos de los verdugos (que tras las cumbres nevadas ni siquiera han sido juzgados) volverán a mandar, igual que acá, a derrocar memorias y a hacer, como él dice, de la "amnesia política de poder".
Ella se deja conducir por las gradas, sostenida por sus amigas. Tiene un cuerpo que todavía no sabe si volverá a vivir plenamente y cómo hará para hacerlo.
Un cuerpo dolor.
Está haciendo esos duelos que hacen las mujeres, esos que no cesan, que no lloran lo perdido sino lo que pudo haber sido. Sobre todo, los hijos que pudieron haber sido.
No se encontrará con su amante esa tarde.
Al menos, no a solas.
Tal vez no hay amante.

Volverá a los brazos de su esposo quizás, pero ya lejana. Ambos lejanos, aunque todavía no comprendan el alcance de esa distancia que se ha instalado entre ellos como una sombra que no los deja a solas, salvo pequeñas treguas ayudadas por la música, las flores del bien o el vino.
En realidad, esos días ella está lejos de todo y de todos los que antes conocía, porque su pérdida es en el cuerpo un vacío poderoso que desmaterializa el deseo, como un agujero negro.
Está en la frontera entre los vivos y los muertos, y allí lo que hay es soledad. Hay que transitarla para volver a uno u otro lado, pero el viaje es largo y no excento de peligros y desvíos.
Su máscara se ríe, intenta estar y ser amable con las amigas que tienen tantas deferencias.
La agonía de otras dos que allí no están le han sacudido en la cara la verdad de la finitud, con la misma intensidad que la poesía del histriónico poeta maricón que mueve las plumas y que, por momentos, le parece que le habla a ella, solo a ella, en la lengua de los desposeídos, de los nerviosos, de la mutilados, de los que nunca quedan bien ni caen bien parados.
De los que no hacen carrera (aunque el poeta es famoso y ha hecho carrera, pero está enfermo, está muriendo, no es cobarde), de los que nunca tienen un mango y sueñan con viajes que no pueden financiar.
Ella se deja llevar y es como si estuvieran en un teatro griego. La tragedia se hace comedia.
Cómo podemos reírnos acá, piensa ella, que todavía no leyó Necrópolis, de Pahor, ni Una misma noche, de Brizuela (¿o sí?), ni Oración, de María Moreno.
Mira las fotos de los asesinados y en el pecho algo le dice que esa breve justicia que está ocurriendo puede cesar.
¿Quién escribirá los nombres de los pibes que asesina la fuerza bruta del poder de los amos?
¿Cuándo habrá una tregua al menos, y que sea reconocida como tal por los muchos?
El poeta se ríe de sí mismo, de su mariconería, de los velorios, de la muerte, de los infiernos.
Ella se acordará unos años después.
Piensa en el cuerpo muerto de alguien con quien alguna vez gozó, hace millones de años.
Piensa en el cuerpo muerto de alguien a quien amó más que su comodidad, su conveniencia, su bienestar.
Piensa en el cuerpo vivo de ella, como una gigantesca oportunidad, y en las ganas que retornan de dejarse llevar por la electricidad de la vida.
En las miradas que reclaman justicia.
En la verdad que se esconde en los versos de un poeta trasandino, en las canciones populares que cantan, junto a una fuente en la plaza del pueblo,  en un cantón suizo del siglo XIX.
Y en los ritos funerarios, que tienen principios y finales.
En la justicia de lo que reclama Antígona, y en la necesidad de lo que se le opone.
Y mira la lluvia detrás de la ventana.

sábado, 21 de abril de 2018

No me sueltes la mano: #MisterAmerica30Años

#30AñosMisterAmérica, Live, La Plata, 20 de abril
En estos días grises de un otoño que augura mucho más que un invierno frío, de un invierno que se va metiendo en nuestros cuerpos hasta paralizarnos las ganas de pelear y de vivir, de gozar, de reír, en estos días que podrían haber sido escritos en vísperas de un ocaso epocal en clave de tragedia, el arte resulta imprescindible.
El aire que respiramos está viciado: la música nos ofrece bocanadas de aire puro para llenar nuestros pulmones algo cansados ya de batallar. La música que lava nuestras heridas y nos aleja del infierno, como canta Astarita en una de mis favoritas: "Háblame del cielo".
Y en esas noches en que quisiéramos huir de ser quienes somos y de vivir en tiempos amarillos, de profundo egoísmo y oscuridades, un show de muy buen rock, con una excelente puesta en escena de luces y videos, nos conforta el alma y nos pone a bailar aunque no nos den las tabas.
Resulta difícil creer que hayan pasado treinta años desde que esta banda comenzó a tocar en nuestra ciudad, allá en los ochenta, cuando éramos tan jóvenes (¿y algo precoces?) que todo nos parecía posible.
En cada acorde generoso de un show que no nos privó de nada, a las imágenes proyectadas se suman las de nuestros recuerdos: el Taller, el Boulevard, "la facultad" (de Bellas Artes), las diagonales de los jacarandaes, concursos en el Teatro Lozano, las bandas platenses que construyeron nuestra adolescencia y juventud y nos pusieron a reír, a bailar, a enamorarnos, a melancolizarnos, a criticar el mundo horrendo pero prometedor de los primeros años de la democracia.
#30AñosMisterAmérica, Live, La Plata, 20 de abril
Mister América, Los Peregrinos, Licuados Corazones, Peligrosos Gorriones, mezclándose en los ríos que venían navegando en Silver City las bandas de la generación que nos precedía: Virus, Los Redondos, y algunas permaneciendo y otras mutando dando lugar a otras bandas que surgirán después, atravesarán quizá rivalidades, enemistades y amistades, cercanías estéticas o lejanías y extrañezas, quién puede decirlo con certeza: Estelares, Monstruo, Norma, Villaelisa, El mató...
Lugar común es el decir que La Plata pare increíbles músicos, a veces los atrae, a veces los expulsa, a vece los acuna.
Tal vez por esos cruces que se arman en los espacios universitarios, centros culturales, bares, clubes, plazas y parques, cuando conectan pibas y pibes que llegan de distintos pueblos y otros que hemos crecido acá. La Plata cría bandas, pero también espectadores, y nos vamos haciendo unos a otros en rituales que nos ponen a bailar y nos devuelven unas horas de felicidad.
¡Gracias por la música, la poesía, la belleza,  Mister América!
Y los dioses quieran que los artistas no nos suelten la mano.

"Háblame del cielo
dime si es cierto que allí voy
dime que no es cierto que miento
miento en conocerme
y al fin me encuentro

Es así el cielo
dime cuanto tiempo estoy muerto
cuéntame la vida que dejo
sana mis heridas
y no hables de infiernos

Dime mis amores
cuéntame mi casa y nombre
dime que fui noble y valiente
y si eso no es cierto
no me lo digas

Dame otra vida
una en la que no pida nada
una que me lleve liviano
una en la que ya
no me sueltes la mano
no me sueltes la mano
no me sueltes".

La banda está formada por Ricardo Pontano (guitarra), Jorge Leguizamón (guitarra), Horacio Núñez (bajo), Agustín Cueto (batería) y Gustavo Astarita (voz y guitarra)

jueves, 19 de abril de 2018

Run, run as fast as you can

A veces la escritura es performática.
A veces es un talismán para un exorcismo.
Creo que después de esa catarata torbellino, realmente te saqué de mí.
And this is the end, my friend. It could be

Después estuve leyendo viejos poemas de gente que vivió en otros mundos
después pasé rodando delante tuyo y no nos dimos cuenta (tomé nota: mi ritmo cardíaco no varió cuando lo entendí, y el yunque de piedra que oprime mi pecho está formado por otros dolores sobre los cuales my dear no tenés ni arte ni parte)
después alguien que hace magia con la guitarra me dijo cosas lindas
después.

El síntoma es a veces también la cura.
Run, run as fast as you can, you can't catch me,
Son increíbles las cosas que descubrimos al correr.

martes, 17 de abril de 2018

Callar a tiempo

Ahora, en este instante sí soy yo escribiéndote a vos.
Dando carnadura a lo que ayer negué, porque no era verdad aunque ahora sí lo sea.
Iunou, ahora sí voy dejando los indicios, las pistas: en este instante no soy una voz ni una una escritura que se escribe por medio de mí, inscrita en otra trama; no es una historia que me fue contada de mil maneras distintas y cien veces y de la que yo (en primera persona, singular o plural, en tercera, e incluso presindiendo de ciertas normas gramaticales) versiono un relato que no aprisiona realidad alguna ni nombres propios, ni siquiera verdades, apenas lo verosímil de la parte inventada con la que tejemos las historias que acunan nuestro sueño si somos afortunados.
Esta vez, hic et nunc, soy yo escribiéndote a vos,que no me leerás
(¿o sí?)
que no sé si te asomaste esta noche a mirar un cielo que permite sentir algunas esperanzas
(si evitamos pensar en Siria o en el arroyo contaminado que corre acá nomás)
a vos
el de la voz que se materializa en un llamado y es como si hablara otra persona que no había conocido y a la vez fueras más vos que nunca, como si vos fueras mucho más este de la voz de ayer que el otro, o los otros que me habitaban y de este modo me obligaras a mí a ser tan vulnerable como me sentía, como si la intensidad de tu tono (¿pasaste de tenor a barítono?), ese matiz desconocido del fastidio me despojara de un velo y me pusiera a la vez frente a un espejo donde lo que veo no me gusta, pero lo veo.
Y como si esa voz y lo que dice, y ese comentario tan perfecto respecto de la voracidad y los silencios (perfecto en su lucidez, perfecto en su descripción, perfecto en su verdad: perfecto como una piedra de ónice tallada como flecha que toca -y lastima- mi corazón).
Y ahí comprendo casi todo (o comprendo distinto), sin olvidar que el malentendido es la forma de la lengua amorosa.

Y creo que estaba equivocada y que vos tenés razón, aunque reconocer que estaba equivocada no constituya ninguna clase de triunfo ni satisfacción, no repara nada. Más bien es como sentarse en la orilla a observar la marea y preguntarse dónde están los ojos del mar, una de esas preguntas que se formulan sin esperar respuesta, pero que necesitamos formular para entender de qué también estamos hechos.
Y  la noche es tan linda
que hace uno que olvide que hay una novela que se llama Lo bello y lo triste porque forman un par, y piense que puede haber lo bello aun cuando hay lo triste.
Escucho tu voz y es como terminar un capítulo de un libro que nos alegró el alma, y el cuerpo. Sobre todo el cuerpo, que es también el alma, esta torturada idea de separar tan occidental no ayuda mucho.
Escucho en tu voz al padre que me conmueve  y me alejo porque es como el canto de una sirena. No sé muy bien quién soy, pero no soy Odiseo ni Penélope, apenas una habitante del apocalipsis de este siglo sin leyendas ni cantos ni dioses.
Sé que te cansé, y tal vez era lo que debía pasar para cruzar este nuevo río que se presenta en la llanura y en la encrucijada que forman las coordenadas del tiempo y del espacio del mundo que habitamos.
Y sé que me gustabas como eras cuando tus arrebatos sorprendieron mis viajes e interrumpieron otros abrazos.
Ahora estoy siendo.
Una mujer síntoma, una mujer palabra, una mujer cuerpo deseante y enfermo, una mujer que es feliz deslizándose en la arena caliente, o en la soledad de la cima de la montaña o con los pies en el arroyo de deshielo, observando la mañana y tomando un vino en las noches de asados y amistades; una mujer ansiedad y miedo, una mujer que adora abrazarte la espalda, una mujer que no sabe callar a tiempo ni sostener la "estúpida estrategia del amor" de las canciones que acompañan mis tardes.

lunes, 16 de abril de 2018

Un mar cargado de futuro

Mira este cielo estrellado
Y se pregunta si Andrómaca habrá mirado un cielo parecido, un mar cargado de futuro
una aurora preñada de deseo
antes de la caída.
Mira la noche que se traga el tiempo con la voracidad de una mujer cien mil veces desencantada.
Y piensa que sería muy feliz si tan solo pudiera dejar que las piernas se balancearan en el aire, ahí, en el muelle
Sabiendo que el hijo está bien
Y todo lo demás balanceándose sin pensamientos.
El mar, el balanceo, la noche.
Y que la finitud no fuera tan real por un instante.

jueves, 12 de abril de 2018

Olas y mosquitos

La inconsistencia de algunos vínculos nos lleva a inventarlos con excesos de barroca imaginación.
La mirada de una niña puede ver frondoso follaje donde solo hay ramas deshojadas y soñar que anidan allí pájaros de exóticos plumajes.
A este mirar viendo más de lo que hay algunos la llaman paranoia y otros idealismo.
Eso no importa.
Turner
Turner
El mar es caótico como el amor y sin embargo es el único orden posible para mí.
Y aun así, a todo eso lo llamamos olas.
Que a tu falta de empatía y de ternura, o a tu pavoneo narcisista se agregue mi paranoia barroca, no te vuelve menos cruel a vos. En todo caso, me vuelve a mí menos astuta.
Pero también precipita que lo que podría ser un dolor se convierta en un cosquilleo, como la molestia de la picadura de un mosquito, que pasa rápido y se olvida antes del amanecer.
Porque yo te vi.
No juzgo.
No adjetivo más.
Pero te vi. Caído de la ola y allá arriba.
Desplegando tu plumaje que parecía de oro y azules una tarde de sol y tormenta en un campo inventado por un escritor del siglo XlX.
Te vi también como un gallito desplumado en una riña sin sentido, haciéndose notar para no perderse detrás de esas verdades que son como cuchilladas.
Yo te vi.
Vos nunca me viste porque no me miraste.
Demasiadas palabras para tan poco amor diría alguien que sí me ve.
Siento el olor del mar y su llamado

                                              La voz de un capitán que me estruja el corazón
Me voy a navegar porque ya es hora y todo lo inventado se vuelve viento que infla velas para nuevos viajes.
                           Después vendrá el océano,
                           después la noche,
                            después, en una playa en un fogón,
                              llegará el beso que borre los besos del pasado.
Las olas van y vienen siguiendo alguna clase de ritmo y melodía dispuesta por dioses antiguos del mundo dionisíaco: dibujan surcos en la arena, roban cuerpos, alojan a criaturas fantásticas, provocan éxtasis de alegría, pura vida; se llevan la basura de las ciudades hasta el vientre de los corales más exóticos, elevan al bello surfista de torso dorado al nivel del vuelo, se convierten en tsunamis que todo lo arrastran.
Turner

martes, 10 de abril de 2018

Espalda alejándose

Muchos años pasan y viene y me cuenta que alguna vez estuvo enamorado de mí.
Me habla de una blusa azul y de una tarde en Berisso. De un ensayo y de un viaje en tren. De un baño con baldosas en damero, de una borrachera formidable y de una imagen de mi espalda alejándose junto a otra espalda.
Yo no recuerdo esas escenas y tampoco le creo el asunto del enamoramiento.
No es la primera vez que me confiesan algo así.
Pero sonrío porque parece sincero.
Son tantas las veces en que nos vemos sin mirarnos y tantas las formas en las que la vida se encarga de cachetearnos, pienso, que casi todo su relato puede ser verosímil.
Me quedo viendo sin mirar otra espalda alejarse, y me duele en el estómago y el pecho esa nueva distancia.
Todo es distancia algunas tardes otoñales.

domingo, 8 de abril de 2018

Flor de río

Otra vez el desierto, otra vez la sed, otra vez caminar con el cuerpo engripado intentando ganarle batalla al cansancio y al tiempo.
Estudiar como para no perder la fe y estas ganas de llorar por tantos motivos que ya no sé si es llanto o lluvia que se me ha metido en el cuerpo.
Y una tonelada de vidas desperdiciadas y está maldita conciencia de finitud.
Como la flor del río de los pobres, que a todos sorprende por su efímera belleza inesperada: así intuyo que volverá el amor cuando dejemos atrás este nuevo desengaño para el montón que forman nuestra colección.
Pero dejemos un poco el tango (te volviste tango, lluvia, se fue el verano), bailemos un rock & roll, olvidemos todo de una vez, tengamos sexo como si fuera un pogo de juventud.

Por eso bailo aunque ya mis piernas no me sostengan.
Por eso resigno paz para soñarte a vos.
Porque hasta el último aliento
y el último síntoma
de este lado es mi pelea.
Y no del lado de los mudos muertos en vida.

sábado, 7 de abril de 2018

Veneno y dulzor

No duermo.
El extravío de madre se me instala en la contractura.
El dolor de N me paraliza de espanto.
No duermo.
Azotes de terror sacuden el país que se rebeló contra la esclavitud durante unos años: los esclavos resisten, los amos golpean, su látigo es dulce como un veneno edulcorado para engañar a los paladares incautos.
Casi todos beben el cáliz, incluso, pagan por hacerlo, y claro, pagan por hacerlo.
El primer pago es con dinero que ganaron trabajando con su cuerpo y su mente, el segundo pago les confisca alma y corazón.
No duermo.
Trabajo.
Cuido tu extravío, madre, vos a tu modo cuidas el mío. Somos madre/hija, hija/madre.
Estrago y amor.
Veneno y dulzor, e incluso, algunas risas.
Trabajo, corro, limpio, composteo, pinto la pared, subo al micro, subo al auto, subo a la bici, bajo, bajo al sueño, , bajo al descanso y al insomnio, doy una clase, escribo, alimento a los animales, a hijo, hijo me alimenta a mí, hago compras, me paro bajo las candilejas en el escenario donde montamos las escenas que actuamos comprometiendo todo, y también las otras, las que ni otros ni nosotros creemos.
Es agotador ser una misma.
Y más agotador es no serlo.
Es agotadora la literalidad de algunas lecturas e interpretaciones, es agotador tener que pedirle a la metáfora que se vista de rendición de cuentas de un contador de monotributistas perseguidos por los liberadores de bigger evasores.
Es agotador tratar de enamorarme de vos.
Impostura: pan para hoy, cinismo gélido para mañana.
Prefiero esta bola de ansiedad y síntoma.
Me cruzo con alguien que quisiera abrazar y entonces lo abrazo, sanseacabó.
Cuando me desplomo, mis amigos me juntan del piso y me clavan con alfileres a algún pilar de los que me gustan, o de los que hay disponibles.
En los pasillos de las escuelas, las fábricas, las oficinas y las facultades alguien sembró mucho: germina el amor, y algunos rencores y celos también pululan por ahí. Hay que andar con los brazos abiertos, y un escudo protector.
Si se perdió un dedo, abrir las manos para abrazarlos a todos.
Si se avecina una catástrofe: leer una buena novela y escuchar una buena canción.
A madre le presté una novela el domingo, como casi todos los domingos, y ayer todos me hablan de esa obra: ¿será que nos une una buena y bella historia que nos permite resistir a la fealdad y al espanto?
Me gustan los raros peinados nuevos.
Me gustan los pibes punk y no los obedientes.
No duermo bien, y así, deambulando, paso por tu casa y ya no sé por qué tenía tantos deseos de verte hace unos días.
Ahora es otra fachada más, y las vidas de ahí adentro me son extrañas.
Quiero librarme de algunas canciones y algunas imágenes y algunos olores y de tu voz susurrándome al oído las mentiras que decimos para poder amarnos un rato en una siesta robada a todo este esfuerzo.
También quiero a un hombre que vislumbré en un sueño los otros días.
Y librarme de los hombres pesadilla.
Decreto que este es un punto final.

lunes, 2 de abril de 2018

Mi Semana Santa

Jorge viajó a su morada, volvió y partió, porque estamos viviendo, siendo, viajando, naciendo y muriendo.
Estuvimos allá sin estar pero estando.
Neuquén, la Luna, valle sagrado, montaña, siempre río y siempre lago.
Y todos volvemos al mar de alguna forma.
Mi Semana Santa.
Están matando pibes en Argentina y en Palestina.
El carpintero guerrillero que dio la vida por los pobres renacerá, quiero creerlo.
Lo necesito.
Ocho meses sin Santiago.
Semana Santa.
Santa por la sacralidad de la vida y la amistad, del amor y lo común, comunión, comunidad.
Risas con la Juli, la Natiushka, en lo de mi hermana amiga Zuky. Hay niñas cuyas miradas frescas de todos modos saben viajar en el tiempo.
Hay fiesta aunque haya otros rituales de recordación, despedidas, homenajes, a los que se fueron antes que nosotros, a los que se fueron por nosotros.
Cumpleaños de mi hermana, parte de mí, hermanadas en encuentros y desencuentros, en dolores y alegrías, y léxicos familiares. Nunca en el odio, aunque existan muchas tribulaciones.
Cumpleaños del amigo querido del que estábamos lejos.
De repente entre asados y vinos, entre chicos que juegan juegos de todas las edades de la infancia y la adolescencia, viajamos también nosotros en el tiempo y se nos caen los nombres de nuestros padres y madres que murieron demasiado temprano, de los maestros y amigos que partieron dejándonos más guachas aun, porque cada dolor y cada ausencia curte la piel pero igual sangra.
Aunque, miramos el aguaribay,
el sauce o el fresno, intuimos el follaje del ciruelo mecido por el viento de la tarde que anuncia el otoño.
Y tememos todavía a las lluvias inunda ciudades y mata vecinos.
Tememos.
No hubo colibríes pero hubo mariposas en la ligustrina.
La sombra de los ausentes ya nos sigue hasta en los sueños.
Lloramos pero igual nos abrazamos y nos reímos y adoramos estar juntos de nuevo.
Sabemos que la vida es escurridiza y que hay esos instantes, esos donde podemos olvidar las viejas riñas, algunas injurias menores (todo no, todo nunca), reírnos de habernos querido tanto entre tantos...ver crecer a los hijos propios y ajenos.
Amar.
Rezar a mi manera.
Decir en voz alta como chiste y desafío de sobremesa familiar: voy a hacer pis, para indignar a los hombres pudorosos que nos asan bondiolas que son amor, mientras nos dejan chusmear hasta que nos dejan de doler un rato las inconmensurables ausencias.
J se ríe como si todas tuviéramos veinte.
Fuimos al río sin orillas, del lado de los pobres y fantaseamos viajes a Turquía y a Sicilia. La Luna nos sedujo el alma y los corazones añoraron esos días en los que había romances como de telenovelas.
L me regala la cura con sus manos sabias.
Fumamos unas flores para descansar mejor y no olvidar que fuimos música y poesía y podemos volver a serlo.
Otra L también sabe del dolor de ya no ser, y su voz quebrada me parece que llega desde un espejo.

Vos creés que soy críptica y loca.
Yo creo que te digo claramente lo que sueño despierta pero sos un poco pelmas y sordo y mudo, y pétreo.
Mi Semana Santa.
Pesaj, Pascua de Resurrección, de esclavos a libres, se logra luchando y resistiendo, recuerdo tu increíble lucha y resistencia por vivir.
Me quedo con eso.
Me hablan de alguien a quien amé, bajo la pérgola de aquel paraíso en el que desde la adolescencia nos hemos estado encontrando.
Te perdono, me perdono, nos perdonamos.
Todos con todas, dice uno.
Reímos.
Así era en los días juveniles y rockeros en la ciudad donde hubo tanta muerte.
¿Será por eso que necesitamos tanto sexo en los 80 y los 90, para compensar tanta muerte de los 70 en la bendita La Plata? ¿Para probar que estamos vivos, que no nos han vencido?
Vendrá otra noche, no será con vos, pero a esta altura ya sabemos que este dolor también pasará. Dejará cicatrices, las marcas del esperma que no hace cultivo.
Un día nos sentaremos cerca en alguna fiesta y levantaremos la copa y brindaremos por lo que fue y lo que no fue y por haber vivido intensamente.
Mi Semana Santa.
De esclavos a libres.
Y no al revés.