La mirada de una niña puede ver frondoso follaje donde solo hay ramas deshojadas y soñar que anidan allí pájaros de exóticos plumajes.
A este mirar viendo más de lo que hay algunos la llaman paranoia y otros idealismo.
Eso no importa.
A este mirar viendo más de lo que hay algunos la llaman paranoia y otros idealismo.
Eso no importa.
Turner |
Turner |
El mar es caótico como el amor y sin embargo es el único orden posible para mí.
Y aun así, a todo eso lo llamamos olas.
Que a tu falta de empatía y de ternura, o a tu pavoneo narcisista se agregue mi paranoia barroca, no te vuelve menos cruel a vos. En todo caso, me vuelve a mí menos astuta.
Pero también precipita que lo que podría ser un dolor se convierta en un cosquilleo, como la molestia de la picadura de un mosquito, que pasa rápido y se olvida antes del amanecer.
Porque yo te vi.
No juzgo.
No adjetivo más.
Pero te vi. Caído de la ola y allá arriba.
Desplegando tu plumaje que parecía de oro y azules una tarde de sol y tormenta en un campo inventado por un escritor del siglo XlX.
Te vi también como un gallito desplumado en una riña sin sentido, haciéndose notar para no perderse detrás de esas verdades que son como cuchilladas.
Yo te vi.
Vos nunca me viste porque no me miraste.
Demasiadas palabras para tan poco amor diría alguien que sí me ve.
Siento el olor del mar y su llamado
La voz de un capitán que me estruja el corazón
Me voy a navegar porque ya es hora y todo lo inventado se vuelve viento que infla velas para nuevos viajes.
Después vendrá el océano,
después la noche,
después, en una playa en un fogón,
llegará el beso que borre los besos del pasado.
Las olas van y vienen siguiendo alguna clase de ritmo y melodía dispuesta por dioses antiguos del mundo dionisíaco: dibujan surcos en la arena, roban cuerpos, alojan a criaturas fantásticas, provocan éxtasis de alegría, pura vida; se llevan la basura de las ciudades hasta el vientre de los corales más exóticos, elevan al bello surfista de torso dorado al nivel del vuelo, se convierten en tsunamis que todo lo arrastran.Y aun así, a todo eso lo llamamos olas.
Que a tu falta de empatía y de ternura, o a tu pavoneo narcisista se agregue mi paranoia barroca, no te vuelve menos cruel a vos. En todo caso, me vuelve a mí menos astuta.
Pero también precipita que lo que podría ser un dolor se convierta en un cosquilleo, como la molestia de la picadura de un mosquito, que pasa rápido y se olvida antes del amanecer.
Porque yo te vi.
No juzgo.
No adjetivo más.
Pero te vi. Caído de la ola y allá arriba.
Desplegando tu plumaje que parecía de oro y azules una tarde de sol y tormenta en un campo inventado por un escritor del siglo XlX.
Te vi también como un gallito desplumado en una riña sin sentido, haciéndose notar para no perderse detrás de esas verdades que son como cuchilladas.
Yo te vi.
Vos nunca me viste porque no me miraste.
Demasiadas palabras para tan poco amor diría alguien que sí me ve.
Siento el olor del mar y su llamado
La voz de un capitán que me estruja el corazón
Me voy a navegar porque ya es hora y todo lo inventado se vuelve viento que infla velas para nuevos viajes.
Después vendrá el océano,
después la noche,
después, en una playa en un fogón,
llegará el beso que borre los besos del pasado.
Turner |
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