lunes, 2 de abril de 2018

Mi Semana Santa

Jorge viajó a su morada, volvió y partió, porque estamos viviendo, siendo, viajando, naciendo y muriendo.
Estuvimos allá sin estar pero estando.
Neuquén, la Luna, valle sagrado, montaña, siempre río y siempre lago.
Y todos volvemos al mar de alguna forma.
Mi Semana Santa.
Están matando pibes en Argentina y en Palestina.
El carpintero guerrillero que dio la vida por los pobres renacerá, quiero creerlo.
Lo necesito.
Ocho meses sin Santiago.
Semana Santa.
Santa por la sacralidad de la vida y la amistad, del amor y lo común, comunión, comunidad.
Risas con la Juli, la Natiushka, en lo de mi hermana amiga Zuky. Hay niñas cuyas miradas frescas de todos modos saben viajar en el tiempo.
Hay fiesta aunque haya otros rituales de recordación, despedidas, homenajes, a los que se fueron antes que nosotros, a los que se fueron por nosotros.
Cumpleaños de mi hermana, parte de mí, hermanadas en encuentros y desencuentros, en dolores y alegrías, y léxicos familiares. Nunca en el odio, aunque existan muchas tribulaciones.
Cumpleaños del amigo querido del que estábamos lejos.
De repente entre asados y vinos, entre chicos que juegan juegos de todas las edades de la infancia y la adolescencia, viajamos también nosotros en el tiempo y se nos caen los nombres de nuestros padres y madres que murieron demasiado temprano, de los maestros y amigos que partieron dejándonos más guachas aun, porque cada dolor y cada ausencia curte la piel pero igual sangra.
Aunque, miramos el aguaribay,
el sauce o el fresno, intuimos el follaje del ciruelo mecido por el viento de la tarde que anuncia el otoño.
Y tememos todavía a las lluvias inunda ciudades y mata vecinos.
Tememos.
No hubo colibríes pero hubo mariposas en la ligustrina.
La sombra de los ausentes ya nos sigue hasta en los sueños.
Lloramos pero igual nos abrazamos y nos reímos y adoramos estar juntos de nuevo.
Sabemos que la vida es escurridiza y que hay esos instantes, esos donde podemos olvidar las viejas riñas, algunas injurias menores (todo no, todo nunca), reírnos de habernos querido tanto entre tantos...ver crecer a los hijos propios y ajenos.
Amar.
Rezar a mi manera.
Decir en voz alta como chiste y desafío de sobremesa familiar: voy a hacer pis, para indignar a los hombres pudorosos que nos asan bondiolas que son amor, mientras nos dejan chusmear hasta que nos dejan de doler un rato las inconmensurables ausencias.
J se ríe como si todas tuviéramos veinte.
Fuimos al río sin orillas, del lado de los pobres y fantaseamos viajes a Turquía y a Sicilia. La Luna nos sedujo el alma y los corazones añoraron esos días en los que había romances como de telenovelas.
L me regala la cura con sus manos sabias.
Fumamos unas flores para descansar mejor y no olvidar que fuimos música y poesía y podemos volver a serlo.
Otra L también sabe del dolor de ya no ser, y su voz quebrada me parece que llega desde un espejo.

Vos creés que soy críptica y loca.
Yo creo que te digo claramente lo que sueño despierta pero sos un poco pelmas y sordo y mudo, y pétreo.
Mi Semana Santa.
Pesaj, Pascua de Resurrección, de esclavos a libres, se logra luchando y resistiendo, recuerdo tu increíble lucha y resistencia por vivir.
Me quedo con eso.
Me hablan de alguien a quien amé, bajo la pérgola de aquel paraíso en el que desde la adolescencia nos hemos estado encontrando.
Te perdono, me perdono, nos perdonamos.
Todos con todas, dice uno.
Reímos.
Así era en los días juveniles y rockeros en la ciudad donde hubo tanta muerte.
¿Será por eso que necesitamos tanto sexo en los 80 y los 90, para compensar tanta muerte de los 70 en la bendita La Plata? ¿Para probar que estamos vivos, que no nos han vencido?
Vendrá otra noche, no será con vos, pero a esta altura ya sabemos que este dolor también pasará. Dejará cicatrices, las marcas del esperma que no hace cultivo.
Un día nos sentaremos cerca en alguna fiesta y levantaremos la copa y brindaremos por lo que fue y lo que no fue y por haber vivido intensamente.
Mi Semana Santa.
De esclavos a libres.
Y no al revés.

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