lunes, 24 de agosto de 2020

Sobre la rama del ciruelo, como un colibrí

 Escribí un cuento que hablaba de vos. Se situaba en una época en la que ni vos ni yo existíamos, en una casa en la que jamás nos hubiéramos encontrado, en unos diálogos que no tuvimos, en unos abrazos que ni tus fobias ni mi gusto por la fuga hubieran consentido.

Escribí un cuento que hablaba de vos porque hablaba de pájaros y de música barroca, ponele. Una ópera en una ciudad italiana o una fiesta de carnaval veneciana , un juego erótico de esconderse y perseguirse.
Vos, claro está , no lo leíste ni lo leerás . Lo tuyo nunca fue la lectura.
Subido a tu tabla, surfeando las olas, hundido en tu ego, veo tu silueta recortarse sobre el horizonte de un mar que me hace más falta que los respiradores a algunos enfermos.
En ninguna de las pistas te encontraste.
Leí un texto de LL que me hizo entender que ningún esfuerzo por llamar tu atención mediante los celos sería provechoso.
Deberías para eso dejar de ser el niño que juega a la seducción, deberías dejar de mirarte en mis ojos, deberías animarte a desearme.
Hundirte en la ola.
Dejarte llevar.
Bucear en las profundidades.
Deberías ser otro.
Depués escribí un posteo en este, mi blog, que hablaba de sexo y algunos detalles de paisajes y creíste encontrarte , donde no estabas ni nunca estuviste.
Yo escucho Babasónicos y me enamoro de D'Árgelos desde hace más de veinte años. Escribo lo que puedo y olvido los desaires porque a esta altura soy más como la ola que como la tabla.
Parado sobre mí, ya no.
Con antifaz carnavalesco como en una escena de Henry James, quizás.
Sobre la rama del ciruelo, como un colibrí, aguardo la palabra que te despierte.
Sin apuro.
Sin miedo.
Sin memoria.
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lunes, 17 de agosto de 2020

No dar más

 No dar más

Es eso, no dar más
Porque ya se dio mucho
Cedió mucho
Porque no queda más para dar
Porque a veces pensamos que daba para más
Pero sino se da más
No da.
No dar más
Porque hay que guardarse algo
Para respirar
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sábado, 15 de agosto de 2020

Tan fácil

 Tan fácil como apretar un botón, encontrar en "la App" la función para hacerlo. Eliminar la foto, dejar de seguir, bloquear, modo descanso ...

Hacer como si fuera un muestrario de zapatos, vamos deslizando el dedo sobre el calzado de verano, este es lindo pero demasiado liviano, aquel es sofisticado y elegante pero no sirve para la aventura, ese, ese que parece calzar justo pero en realidad termina apretando hasta hacer doler .
Tan fácil y ya desaparece el deseo, Eros de hoy parece como el meme de Doge y Cheems.
Pero yo, cuando me dejan, cuando logro respirar, llenar el pecho, ser muy consciente de que todo está siempre en peligro, y aun así sostenerme flotando sobre la mierda que inunda el alma humana y las ciudades, y aun así, puedo ser muy valiente con tal de seguir contemplando de vez en cuando las orquídeas que embellecen el mundo.





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sábado, 8 de agosto de 2020

San Francisco ....Solano

 Hablo con B y usa la metáfora del cruce del río. No sé si lo hace porque es la primera que le viene a la mente.

No importa. Es una imagen potente y yo sé que él entendería -aunque no le importe ni me importe ni me lea- los múltiples sentidos que resuenan en mi, como cuando un acorde de guitarra nos toca en alguna fibra que no podemos traducir a palabras pero es como si dijera al mismo tiempo: es propicio atravesar las grandes aguas, crucemos el Jordán, el chiste del escorpión y del cocodrilo, una infancia entrerriana.
Y después dice: San Francisco Solano, pero no creo que sepa el efecto que eso produce en mí en un día como hoy, un día que es como hundirse en un texto de J. Berger, y pensar en ella y llorar hasta que se nos sequen los lagos y los ríos internos. El efecto de una sonrisa muy tierna en mi cara que lleva horas de tristezas, un mate que tiene gusto a infancia, y ahora esta necesidad de escribirlo...
No sabe que ese es significante de padre volviendo tarde un día de semana (con unos chocolatines Jack para quienes aguantamos despiertos el regreso) no del estudio en "Capital" sino de la escuela noctura de adultos "en Solano". Padre en su mejor momento profesional y económico, lleno de salud y de vida, que dice que hay que devolver lo que hemos recibido y va esos días de noche a esa escuela inmersa en un barrio tan pobre que huele con ese olor que yo sentiré ahí por primera vez, cuando las alumnas y los alumnos de padre (adultos para mí, pero en realidad jóvenes que no pudieron terminar la secundaria en su momento porque son hjos de obreros y deben trabajar desde chicos y sufrirán la dictadura mucho más todavía) nos inviten a casamientos y cumpleaños que se hacen en clubes populares con piso de cemento (no ese cemento alisado y pulido que se pondrá de moda mucho tiempo después en la arquitectura minimalista de la clase media urbana que se va a los barrios cerrados y los countries o las zonas alejadas de las ciudades que se van llenando de las hijas y los hijos de la gente que crece en lugares como Solano, sino la carpet algo rota y gastada de tanto baile y pibes jugando),
y años después me llevarán a Berisso y después a una tarde en el barrio palestino en Jerusalén, y un mediodía en Río de Janeiro o Jujuy.
Hablo con J, y por momentos nos reímos, no porque no comprendamos, o al menos intuyamos, la dimensión de la tragedia que nos toca atravesar (metáfora de río, de océano bravo, de tsunami, de volcán, de terremoto, de cápsula espacial chocando con la atmósfera de la Tierra, de El inivierno del Nabo, de las mujeres cazadas y violadas en la selva y las niñas sometidas por los amos, de los pogromos en plena guerra, de los niños palestinos masacrados) sino justamente por eso. Le mando una foto de la novela que leo, y nota la marca en lápiz de la frase de la flor, como sé que lo vería M, que está mas lejos aún en tierras de mosquitos y calor y poco COVID, y entendería rápido si le dijera que ese que me comenta los estados y las historias y las lecturas y me hace guiñes es en realidad un pusilánime pero sobre todo un hombre con el que solo se puede coger pero no habar, no hay de qué hablar, no hay metáforas ni metonimias que nos llevan al pasado o al fuuturo para hacernos creer que puede haber algo más que esto que es el horror y todo lo que callo por pudor, por el valor del silencio en la música, y por amor a las personas que me gustaría acunar en abrazos en balcones donde pegue el sol y pedirles por favor que resistan, que escribiremos juntas pronto y nos llenaremos de plata y saldremos de copas y quién sabe si su amante y mi amante no congeniarán y nos invitarán unos tragos en alguna escapada a la playa o un asado sin tapabocas o donde solo los besos nos tapen las bocas.
Que miren la plaza, que miren el jardín, las hojas rojas, los frutos, las flores que a veces son feas pero huelen bien, como en Pekín, los recuerdos de los días felices que volverán.
Sigo con mi trabajo y con mi mate, sigo con mi tristeza.
Pero me siento afortunada en medio del desierto. Siempre es bueno tener con quien conversar sin tener que explicar que hubo y habrá hundidos y salvados, y Borges y gauchos cuchilleros, islas entre los ríos donde nadamos de niñas con madre, y niñas perdidas en noches orientales y lápices toturados y secuestrados, planetas incendiados y sueños, sobre todo sueños, de utopías en países sin alambrados ni imperios y que aun así se agradecen las bromas y los juegos de palabras y los cariños sinceros, como flores de Georgia O'Keffe, porque "¿qué es una flor" , dice la niña en El sabotaje amoroso de A. Nothomb, "un sexo gigante que se ha vestido de gala".

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