Dionisio propicia en esta noche de música, flores y amigos el enlace vikingo, de incipiente cristianismo, hacia formas de amor que no reconocen ni propietarios ni dueños ni mercancías.
Huele a jazmines y a tilos la noche.
Somos bárbaras, guerreras bárbaras, conquistadoras de unas horas para las pibas, un poco de libertad, un respiro, un nuevo mundo donde no tengamos que doblarnos la espalda de tanto trabajar. Somos guerreras del amor, necesitamos unas horas para las pibas, cantan las #NélidaCorralón, la noche es hermosa.
Me acuerdo de vos, el único imprescindible, volvés desde lejos, te abrazaría, te extraño como hacía mucho no lo hacía, daría tanto porque no me guardes rencor.
Lo importante insiste, canta Lucas Finochi
Miro el cuadro inconcluso que es como una película, me dejo llevar y le digo que tenía razón con aquello de que un clavo saca otro clavo. Lo sacó de mi cuerpo, se han desvanecido las imágenes, su nombre ya no me provoca. De su paso por este pago ha quedado, como mantra, la advertencia: yo te avisé. Dejé hacer del simple mentiroso un sofisticado misterio, del ajedrecista de grandes aperturas y predecibles jaques, un maestro.
Hablamos, en noches de tormenta, con el creador de melodías. Guarda en su memoria una historia de Eros y vida donde yo siempre soy bella, fuego y llamarada. Solo por eso merecería ya mi gratitud. Ahuyenta el miedo a esa lluvia que inunda y no para. Que estremece.
Mi joven guerrero prepara nuevos viajes. Sus ojos razón de vivir la vida verán otros mundos.
Caen sapos de punta y estrellas fugaces, hay sol en la Pampa, hay soledad en la Pampa, hay una promesa que nunca se nos cumple y siempre esperamos, como los nenes que se plantan en las veredas a esperar que les demos comida y revolución, aunque no sepan que existe esa segunda palabra.
Hay alambres de púas en la Pampa. Los ponen los dueños de todo, o los mandan a sus peones a ponerlos.
Los machos carnean vacas y mujeres. Las preñan, como al ganado, las empestan, las dejan con los críos y el cuerpo roto. El corazón endurecido por tanta brutalidad.
Los hombres, en cambio, hacen fuego y dan de comer, acarician los vientres que gestan a los hijos y a las hijas del deseo; escriben para ver si estás bien después de que se enteran de que tenés una bomba de tiempo en tu interior, como una mula de frontera pero sin droga, ni negocio, ni otro patrón que al que todos nos agobia, señor dios del dinero, ladrón de libertades y justicias.
Diciembre se ha vuelto lluvia e invierno.
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