Llega como un mensaje de ese otro mundo donde imagino que ahora estás. Recuperándolo, impusiste sin saberlo mi viejo apodo de la infancia del que sólo vos y L parecían acordarse el origen, ni yo misma lo recordaba.
Leo esas tus palabras, no falta ninguna referencia a cada cual, a cada uno. Devolviendo el gesto de amor en su justa medida, como si hiciera falta.
O mejor dicho, falta no hacía, falta es ahora, a casi tres años de tu partida, cuando la que falta sos vos y entonces cobran otro sentido tus palabras, que acarician los detalles.
Tus palabras para decirnos que fuiste feliz esa noche, esa fiesta de cumpleaños en lo de F, siempre ella perfecta anfitriona y amorosa hermana tuya y también, de alguna manera, hermana mía por decisión y adopción.
Decías de mí algo que yo jamás hubiera pensado (de mí, de la que era para vos): que nada ahoga mi risa.
Es cierto que reímos esa noche. Y bailamos, celebrando el encuentro, la vida, la patria peronista que teníamos, mucho peor de la que deseábamos, mucho mejor de la que nunca tuvimos. Un paraíso perdido ya. Celebrábamos habernos vuelto a encontrar, a querer, a acompañarnos. Compañeras de ruta, de plazas y marchas, de infancias semi clandestinas, de adolescencias militantes y artísticas, de confidencias amorosas, de esa intimidad y confianza para la que no hay muchas otras palabras apropiadas: amiga querida.
Tengo algunos regalos tuyos en mi día a día. Me acompañan, son objetos donde te hallo y te pierdo.
Es como ocurre en las plantas, en las flores más delirantes y exóticas, en los animales que nos gusta cuidar, en cierta literatura, en algunas comidas y canciones donde habitás y podemos reconocernos a pesar de los límites que impone la muerte.
No sé si te conté, un día hice una reunión en casa con tus amigas. Vos nos amistaste y ahí estamos, te tenemos en común y desde ya, eso no es todo.
A veces cuando nos juntamos con F, L, J, P, es tan grande tu ausencia que ocupa un lugar en la mesa, en el asado, en la risa, en la discusión política.
Leo esas palabras tuyas que alguien comparte.
Querida amiga.
Te leo.
Te sigo leyendo.
Te extraño cada día.
caprichos de palabras y colores para navegantes... "La palabra humana es como una caldera rota en la que tocamos melodías para que bailen los osos, cuando quisiéramos conmover a las estrellas". (G. Flaubert). Mis libros de narrativa publicados: la novela Último verano en Stalingrado (Grupo Editorial Sur, 2014); Alma rusa (Edulp, 2020, crónicas) y Yegua (Cuero, 2021, cuentos)
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miércoles, 2 de mayo de 2018
Sí hay cosas que interrumpen mi risa
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