Conocí a alguien, me dice. Me enamoré, creo, continúa su relato.
Pero él estaba enamorado de otra. El fantasma de una mujer amada que lo había dejado lo tenía atrapado. Pasaba las noches de insomnio acosado por imágenes donde se le mezclaban momentos felices con ella -me relata mientras ceba mate y el tren marcha-y escenas de sexo de ella con otros hombres con los que él sabía o suponía que lo había engañado.
Me cojía [así, con j, no con g] y me daba cuenta de que estaba pensando en ella.
-¿Y aun así te enamoraste?- le pregunto, compadeciéndome y comprendiendo los caprichos del fall in love.
Y sí....se encoge de hombros. Su mirada vaga más allá del paisaje que vemos por la ventanilla. Los vendedores ambulantes anuncian sus mercancías, cae la tarde, hace frío.
Nos quedamos las dos en silencio un rato, ensimismadas en nuestros pensamientos.
¿Estás bien?, le pregunto.
Sí, sí...Algo triste nomás.
¿Ya no se ven?
A veces, cada tanto. Pero ya no es como antes. Ya no estoy enamorada. Ya no sufro. Ya no me importa si piensa en mí cuando me abraza. Ya no me veo solo con él, también veo a otros. Estoy mucho más tranquila así, ¡pero qué dulce era sufrir por su amor retaceado!
Claro, te entiendo, le respondo. Y realmente lo hago.
El cielo y sus rojedades otoñales embellecen la nostalgia del tono de su relato, y yo me dejo acunar por esa voz que me lleva a un sueño sin deseos y sin recuerdos.
Pero él estaba enamorado de otra. El fantasma de una mujer amada que lo había dejado lo tenía atrapado. Pasaba las noches de insomnio acosado por imágenes donde se le mezclaban momentos felices con ella -me relata mientras ceba mate y el tren marcha-y escenas de sexo de ella con otros hombres con los que él sabía o suponía que lo había engañado.
Me cojía [así, con j, no con g] y me daba cuenta de que estaba pensando en ella.
-¿Y aun así te enamoraste?- le pregunto, compadeciéndome y comprendiendo los caprichos del fall in love.
Y sí....se encoge de hombros. Su mirada vaga más allá del paisaje que vemos por la ventanilla. Los vendedores ambulantes anuncian sus mercancías, cae la tarde, hace frío.
Nos quedamos las dos en silencio un rato, ensimismadas en nuestros pensamientos.
¿Estás bien?, le pregunto.
Sí, sí...Algo triste nomás.
¿Ya no se ven?
A veces, cada tanto. Pero ya no es como antes. Ya no estoy enamorada. Ya no sufro. Ya no me importa si piensa en mí cuando me abraza. Ya no me veo solo con él, también veo a otros. Estoy mucho más tranquila así, ¡pero qué dulce era sufrir por su amor retaceado!
Claro, te entiendo, le respondo. Y realmente lo hago.
El cielo y sus rojedades otoñales embellecen la nostalgia del tono de su relato, y yo me dejo acunar por esa voz que me lleva a un sueño sin deseos y sin recuerdos.
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