Optamos por el enojo o por el olvido, para no quedarnos demasiado demoradas en la tristeza que producen los amores que no fueron.
Congeladas como esas canciones que nos hacen mal porque nos recuerdan a alguien que ya no está.
El viento me pega en la cara, mi cabeza mezcla números de investigaciones académicas, ruidos de la calle, un tema de Los besos que suena después, cuando ya voy por los 4 kilómetros de catarsis y siento en el cuerpo algo que se parece bastante a la paz.
Tal vez tenga que ver con haber podido con esos besos algo embriagados dar vuelta la página de un rencor que no tenía culpables pero sí peso. Como si por una vez en este micro fuckin world de las relaciones afectivas hubiera una justicia poética que pone cada cosa en su lugar, devuelve a los sustantivos a su sitio y a los adjetivos que usamos para defendernos, los despoja de agresividad. Vos ya no sos vos, ni yo soy aquella. Han pasado muchas cosas, han habido muchos nuevos desencuentros, y la risa vuelve a disponerse entre nosotros como un puente para ir o para venir, incluso para no hacer nada, todo depende de la perspectiva y de cómo flotemos cada uno en el tiempo.
Y te dije, no sé si lo habrás escuchado,
mi verdad. Yo sí me escuché. Pero no me dio miedo exponerme, es algo que quedó atrás, pero es algo cierto.
mi verdad. Yo sí me escuché. Pero no me dio miedo exponerme, es algo que quedó atrás, pero es algo cierto.
Fue como tirar por la borda un lastre que de algún modo demoraba mi nave, sin que me diera cuenta.
Después me fui a una fiesta y bailé como si tuviera veinte años y toda la vida en ofrenda ante mis ojos.
Y ví pasar personajes de un caricatura que se presenta como fuera de lugar, invadiendo la pista.
Personajes que pueden encender una noche pero no saben quien es la Niña que la iluminó ni conocen los viajes al futuro, ni se aventuran en territorios desconocidos.
Que no entienden los mantras que repito, ni los efectos hipnóticos que tienen sobre mí ciertas palabras.
Ni les brillan los ojos en la intimidad.
Ni les brillan los ojos en la intimidad.
Las luces, la noche, los tragos invaden los escenarios.
Y una vez más, como cuando tenía 15 años y amé por primera vez a un músico dorado, me pregunto: should I stay or should I go?
No hay comentarios:
Publicar un comentario