martes, 8 de octubre de 2019

Y no sos Vronsky

El tren se llena. Chicas con bebés, personas que apenas pueden caminar, a mi lado un chico con alguna clase de autismo, su abuela y un celular.
Una piba canta con más ahínco que afinación para ganarse unas monedas, el sol pega con promesas de fin de pesadillas y yo busco algún indicio en los mundos posibles y las redes que me diga si vos también estuviste pensando en mí.
Con las amigas hablamos todas al mismo tiempo y nos entendemos perfectamente y con los amantes, aunque te escribas mensajes y hables pausado y lento, parece que es todo un gran malentendido como con tanta belleza nos dijo Barthes. Fragmentos del discurso del deseo, amorosa confusión.
En la estación de Villa Elisa veo las ventanas desde la que en alguna vida pasada miré los trenes y recuerdo cuentos y novelas propias y ajenas en las que las mujeres viajan como yo para alejarse de algo que no se sabe bien qué es pero las persigue.
Y no sos Vronsky, claramente no sos Vronsky. No hay Vronsky y si lo hubo quedó olvidado junto a los briosos caballos del batallón del Zar.
Un taxista pajero intentó arruinarme la mañana pero lo ahuyenté con una puteada y música brasilera.
Octubre me trajo tantas esperanzas que respiro como si en vez de cumplir años hacia adelante hubiera cumplido hacia atrás.
Y escucho una canción de una banda que me hiciste descubrir y pienso si será la banda sonora para otra historia que ya va quedando en el pasado, enfriándose mientras me apura hacia otras estaciones, o si habrá más bailes contigo...

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