miércoles, 23 de octubre de 2019

Más comedia que drama

Durante casi un año A le escribe mensajes a B. B, por lo general, contesta con amabilidad y distancia. Se pregunta cada tanto si A está tratando de decirle algo más que lo que dice cuando hablan de
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cuestiones que a ambos, al parecer, les interesan: cine, política, música, arte, psicoanálisis, perros, medios. A veces hablan de sus hijos.
B está tan absorbida por una historia de amor/dolor que que es incapaz de ver en A algo más que un habitante detrás de un chat. De A conserva apenas un par de imágenes en medio de unas jornadas multitudinarias en un país cercano, y lo poco que él pública en las redes. B, generalmente curiosa, ni se ha tomado la molestia de stalkear a A.
Sin embargo un día A encuentra la manera de hacerla reír. Durante horas captura su atención. B sale del trabajo y ahí están los mensajes de A que proponen, o podrían proponer, vínculos divertidos entre famosos filósofos y músicos de rock, o entre escritores y políticos. Más tarde, cuando B sale del médico: otra vez mensajes. Cada vez que se vuelve a conectar, se encuentra con la grata sorpresa de que A la hace reír.
Ella ya está dentro del juego. No cree que A se proponga seducirla, cree (¿o hace como que cree?) en sus razones. Puede que sean una excusa, puede que no. Como sea, a veces esos mensajes son como ramitas,  no llegan a bastones, pero le permiten a B sostenerse en su caída. Cuando estamos cayendo no sabemos qué hay al final. A veces ni siquiera confiamos en que exista un  final para esa madriguera donde alguna mala magia nos precipitó. La caída ha sido ocasionada por un hombre deseante que es mezcla de hechicero y de jugador profesional, allí donde B es apenas una aficionada.
B se cansa de sufrir y A no está cerca, así que como en esas comedias de enredos de Peter Bogdanovich, o las un poco más negras de Lawrence Kasdan, se abre la puerta inesperada: B se topa con C y pasa unas noches con él, ayudada por la bebida y el deseo de sacarse  del cuerpo al #QueMejorLaHaceSufrir.
Pero como la puesta en escena no es de Bogdanovich ni de Kazdan, el goce mortífero le gana a la comedia liviana con malos guionistas. la fantasía de B retorna casi al punto de partida. C tampoco le gusta, por cierto, aunque ella quisiera que así sea, como le ocurre con A, ambos le cae bien.
A sigue escribiendo, pero B está distraída.
C no la conmueve ni un poco pero la pequeña aventura la distrae. Hace para él, sin mucha dedicación, el papel de #MinaConLaQueSeAcuestaPorPrimeraVezDespuésDeSepararse. Con el tiempo B comprende que ese papel es ingrato y que lo ha hecho también con el hechicero y... Las repeticiones, ¿dulce condena? Es como pararse en la puerta de una panadería y abrirla para que entren famélicos y asustados un grupo de ex celíacos o diabéticos. Ella es como una enfermera, les da confianza hasta que se curan del miedo. B descubre que en el pasado jamás le tocó ese papel, así que al principio no lo entiende, y cuando comprende, huye.
La comedia sigue, pero pierde el chiste.
Así que cuando alguien a quien podríamos llamar D ingresa a la escena en su papel de yo también necesito una enfermera para hablarle de mi ex, B tiene los lagrimales tan secos y gastados que ni la intensidad del encuentro ni la brevedad del romance le provocan una sola lágrima.
Pero tal vez si una plegaria, cruzarse con alguien con deseos de escribir mejores guiones, y protagonizarlos, y que haya más comedia que drama.

jueves, 17 de octubre de 2019

Escribir amando o....en su defecto

Leo un posteo Luciano Lutereau
que me manda mi amiga MS. Habla sobre la escritura en las mujeres. Por qué escribimos, o más bien, qué efectos produce el escribir en nosotras. O para qué. No lo dice, pero podría ser que se pregunte qué del deseo se pone en juego allí, y a qué se renuncia al elegir eso. O algo así.
Cuánto de nuestro narcisismo se despliega así, qué tanto más lindas o menos lindas nos sentimos luego.
Me hago varias  preguntas.
Desde que M me hizo esa entrevista, o más bien, desde que la vi hace poco en video, me sorprende todo el saber que parece haber allí.
En cambio, del amor no sé nada. O casi nada. Del amor en la escritura.
Cuando me enamoro la gente que lee este blog lo descubre. O eso cree.

Los límites entre lo que se dice y lo que no se dice, la construcción de una voz narrativa, el uso de  figuras como metáforas y elipsis parecen, a veces, en vano.
Es como si toda voz que narra en primera persona le perteneciera a un yo que se confiesa.
Tal vez es el efecto que han producido las redes en nuestros modos de leer lo que acá se soporta (sí, claro, apelo a los varios sentidos de esta palabra).
Si es un posteo en un blog 2019, y se comparte en una  fanpage de Facebook, es una confesión personal.
Escribo mientras viajo parada en micro, empapada. Ese detalle se configura como evidencia. Lectorxs que me conocen dirán: ves, es sobre ella. Ella viaja en micro a veces (¿dice micro para mostrar que es platense  o porque su narradora así lo requiere). Es  algo compulsivo (pobre), lo hace incluso si va parada, cuando está muy manija.
Podría decir escribo mientras el tren avanza por la Ruta 40, o la autopista que me aleja de LA. Podría decir escribo mientras los árboles de esta pequeña selva africana que me rodea se agitan con la cadencia sensual de unos bailarines de un tribu ya extinta. Sin una coma.
Escribo sobre el escribir encerrada en un cuarto de hotel una noche de invierno en Moscú.
La escritura siempre es invención, incluso cuando alguien  intenta dar un testimonio judicial que pruebe algo u obligue a alguien a asumir alguna responsabilidad por algún hecho.
¿Pero quién inventa? ¿Me expongo, me oculto, intento saber algo de mí, trato de seducir o controlar a mis fantasmas?
Frena el micro y tengo que tipear de nuevo.
Ya no estoy pensando en las personas enamoradas sino en un texto de Judith Butler sobre Kafka y otro sobre Primo Levi.
Cuando leo también me enamoro, a veces.
Puede ser de un poema, de una novela (es mi debilidad en la amor, pero no la única), un ensayo, un cuento, una crónica.
Cuando estoy muy enamorada, creo, por lo general no escribo. Es un tipo de pasión que arrasa con casi todas las otras opciones.
Por suerte, si es que sucede, pasa rápido. De lo contrario vivir sería imposible.
Cuando ya cargamos con un considerable número de desengaños, vemos venir el golpe del amor que puede tocarnos y muchas veces salimos corriendo. Otras veces nos alejamos porque nos damos cuenta rápido que no hay nada de amor en juego ahí. Esos libros que nos apuramos a terminar porque apenas comenzados nos aburren, o nos desilusionan, o nos conducen a territorios donde resuenan ecos de algunos dolores que hemos mantenido a raya mediante neuróticos y arrebatados esfuerzos.  Y otras avanzamos en una relación que nos ofrece alguna clase de placer o calma, sabiendo que ese fuego ahí no quema ni quemará.
El texto de Lutereau hace referencia a la escritura de una tesis.
Tal vez al teorizar solo buscamos un poco de belleza,  o uno poco de amor hacia nuestra belleza que piensa al conversar en voz alta  escrituras en papel, deseando,   ¿cómo Kafka? , que no sea solo una carta que caiga en manos de los fantasmas.

lunes, 14 de octubre de 2019

Home is were it hurts

"Home is were it hurts".
 (cita indirecta de Amélie Nothom en Golpeate el corazón).
En medio de mareas verdes y días de intensidades emocionales muy fuertes, leo una novela que es como su propio título, Golpéate el corazón, de Amélie Nothom.
Golpeó mi corazón, como me había anticipado M, quien sufrió del mismo efecto al leerla.
Tengo como el golpe rebotando todavía, pegó justo cuando la oscuridad avanzaba en corazones muy queridos y cercanos.
Como cuando una niña dorada estira el puño y no terminás de saber si está en posición de lucha o está pidiendo ayuda, o las dos cosas al mismo tiempo.
A veces nos cuidan las personas a las que deberíamos cuidar, y a veces es al revés.
A veces lxs más pequeñxs deben cargar demasiadas cruces propias y ajenas.
El corazón traicionado de esa forma no puede sanar fácilmente. A veces hace falta hundirse en un abismo cada vez peor para poder emerger y reconciliarse, al menos un poco, con ese territorio de la infancia que, si ha sido muy dolorosa, parece que no deja de sangrar jamás.
Y a veces, casi siempre, es el dolor el que engendra nuestras grandes fortalezas, vocaciones, compromisos.
Y aun así, a veces nos preguntamos ¿hace falta tanto dolor para las pibas?

sábado, 12 de octubre de 2019

Como una ducha

¿Viste cuando estás por ir a bañarte pero dudás porque el cansancio se va imponiendo de a poco? Dudás sabiendo que la ducha te hará bien, sacarse todo el rollo del día y la porquería, el renacimiento que ofrece el agua cada día...
Y al final con el último resto vas y te duchás y mientras lo estás disfrutando decís qué suerte que lo hice.
Esos pequeños triunfos de Eros...los detalles que casi nunca apreciamos.
Como el día que te sobreponés a la angustia y la ansiedad y no llamás a quien sólo puede provocar más de eso mismo. Como fumar un pucho tras otro pensando en dejarlo en el siguiente y sin disfrutar ninguno.
Como alineadas.
Como posesas.
Como fuera de la escena pero, a la vez, sin vernos.
Así.
Viste qué lindo ducharse.
Sacarse el rollo.
Escuchar música.
Dejarnos llevar por el instante como si fuéramos budistas, o sabias esclavas antiguas que saben combinar la paciencia con la esperanza, la aceptación de un destino y la determinación de torcerlo.
Como si fuéramos heroínas de lo pequeño.
Del detalle.
Del mimo.
Del gesto con el hijo que conecta su boca en la teta, la cucharada de papilla, el cuento leído a la noche, la espera de las primeras salidas y la felicidad de saber de su risa aunque esté lejos.
Escribir así.
Escribir y amar.
Amar y desear.
Saber reconocer los finales, pero no arrojarse en ellos como a precipicios.
Cantar.
Como dos pajaritos.
Una ducha.

martes, 8 de octubre de 2019

Y no sos Vronsky

El tren se llena. Chicas con bebés, personas que apenas pueden caminar, a mi lado un chico con alguna clase de autismo, su abuela y un celular.
Una piba canta con más ahínco que afinación para ganarse unas monedas, el sol pega con promesas de fin de pesadillas y yo busco algún indicio en los mundos posibles y las redes que me diga si vos también estuviste pensando en mí.
Con las amigas hablamos todas al mismo tiempo y nos entendemos perfectamente y con los amantes, aunque te escribas mensajes y hables pausado y lento, parece que es todo un gran malentendido como con tanta belleza nos dijo Barthes. Fragmentos del discurso del deseo, amorosa confusión.
En la estación de Villa Elisa veo las ventanas desde la que en alguna vida pasada miré los trenes y recuerdo cuentos y novelas propias y ajenas en las que las mujeres viajan como yo para alejarse de algo que no se sabe bien qué es pero las persigue.
Y no sos Vronsky, claramente no sos Vronsky. No hay Vronsky y si lo hubo quedó olvidado junto a los briosos caballos del batallón del Zar.
Un taxista pajero intentó arruinarme la mañana pero lo ahuyenté con una puteada y música brasilera.
Octubre me trajo tantas esperanzas que respiro como si en vez de cumplir años hacia adelante hubiera cumplido hacia atrás.
Y escucho una canción de una banda que me hiciste descubrir y pienso si será la banda sonora para otra historia que ya va quedando en el pasado, enfriándose mientras me apura hacia otras estaciones, o si habrá más bailes contigo...

domingo, 6 de octubre de 2019

Ahora y Carlson McCullers

Carlson McCullers, fuente
Ahora que ya olvidó por qué había llegado a odiarlo, y realmente no se le ocurre otra razón mejor que el maldito veneno del fall in love, tampoco sus defectos le parecen tan graves ni todas las palabras que se dijeron entre sí, o que escuchó sobre él.
Tenía una reputación tan mala que ella, tal vez por cobardía, tal vez por intuición, solo podía intentar quererlo desde cierta clandestinidad.
Ahora que todo eso quedó lejos, ahora que tantos otros vasos y algunos otros besos, un algoritmo le pone frente a los ojos como si fuera la carta robada de Poe la evidencia de lo que sí estaba bien y era real. El encanto de esas conversaciones.
Y piensa que es una pena haberse dicho cosas tan feas. Y haberlas pensado.
Porque sería lindo sentarse al sol y escuchar canciones tristes de esclavos, soñar revoluciones y hablar de Truman Capote, Carlson Mc Cullers, caníbales ribereños y gauchos cuchilleros mientras llega la noche.