Es el Día del Padre y todo referencia allí, desde la ley del consumo capitalista, hasta las leyes del ingreso a la ley de la familia y la cultura.
Y por fin lo que realmente importa, el amor siempre. Los hombres que el amor padre me habilitaron: siempre un poco solos y oscuros, pero de fulgores rutilantes cuando brillan. Como Venus en estas noche de Luna creciente, así, endiosado al amor a pesar del frío invierno y del gobierno del mal.
Es el Día del Padre y mi padre una vez más no está, me ama en la distancia, me abruma con su legado de sombras de alma rusa, pero también me ilumina con su esperanza obstinada de amor, siempre.
Tuve un amante que pronunció unas palabras nombrando a su hija y me hizo sucumbir. Él no lo sabe, no sabe casi nada de mí -y no creo que le interese saber nada-, pero ese día en la ruta mi corazón se quedó sin aire y lo amé.
Yo quiero guardar dos imágenes para no odiarlo (por no elegirme nunca): su voz cantándome alegre con la guitarra y los ojos brillando, y ese viaje breve por la ruta. Tal vez algún abrazo en la intimidad, pero eso no es más (ni menos, desde ya) que el deseo que muda como las estaciones.
Ahora.
Brindo por el padre de mi hijo y por su esfuerzo por vencer el abandono padre para estar donde había que estar.
Y por ese hombre que podría haber sido un padre para los hijos que nunca se animó a soñar conmigo, pero que se le iluminaba la cara cuando hablaba de los suyos, y me los presentó un verano junto al mar cuando todo era futuro.
Pienso en mi amigo queridísimo que ojalá pueda ser padre, cuya lealtad y sabiduría musical, y en otros tiempos sus cálidos besos y su espíritu bromista, me ponían allá arriba cuando caía, y que siempre me supo querer bien, como yo lo quiero a él aunque pasen millones de años y desiertos. Su asombro y su amorosidad a la maternidad espero tenga premio.
Pienso en un nombre que es solo una expectativa otoñal, una sonrisa abrazada a sus hijos, y algo que ayuda a olvidar el frío del invierno cuando a quien deseábamos abrazar toda una noche lo empezamos a olvidar para seguir adelante.
Ahora.
Quiero no pensar en todas las tramas de horribles desamores y abusos y manipulaciones que envilecen y asfixian en las familias, en los abandonos crueles y en las soledades, y en las palabras que lastiman para una eternidad.
Ahora hay sol.
caprichos de palabras y colores para navegantes... "La palabra humana es como una caldera rota en la que tocamos melodías para que bailen los osos, cuando quisiéramos conmover a las estrellas". (G. Flaubert). Mis libros de narrativa publicados: la novela Último verano en Stalingrado (Grupo Editorial Sur, 2014); Alma rusa (Edulp, 2020, crónicas) y Yegua (Cuero, 2021, cuentos)
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domingo, 17 de junio de 2018
Paternidades
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