sábado, 6 de noviembre de 2021

Roleo

 Roleo.

Veo fotos en las que las personas se ríen, no sé de qué se ríen. Se ríen para vender pasta de dientes, lo entiendo. Tiene sentido.
Se ríen para promocionar una comedia, nada que decir.
Suben una foto riéndose, acompañada con un texto que muestra un acontecimiento familiar, social , político, laboral, que invita a la risa, genial.
Se ríen en al compañía de una niña, de un nene que juega, o de estudiantes en una clase, o de un amor que abraza, o de amistades en plan diversión o reencuentro pos encierro, o en un concierto de rock, y claro, bienvenida alegría .
Pero luego -como si en este reinado de la Imagen de la Gente Que es Feliz y tiene su sonrisa blanca brillante y su ropa de ensueño Sin Causa Aparente Más que Ser Quienes Son con todos sus privilegios de Clase y el pelo profesionalmente despeinado (la apariencia de lo descontracturado requiere de sus estructuras)-, yo fuera una extranjera indocumentada, como si fuera lo que estoy siendo, una mujer madura de un país del Sur de los sures, saqueado, agobiada como vos y como ella y como él ante tanto dolor acá y allá que ya no puedo pensar ni entender estas curiosas estrategias que antes se decía que armaba el Diablo y ahora las llamamos por otro de sus nombres: tener la subjetividad colonizada por el neoliberalismo, que es como una forma de posesión diabólica sin la esperanza aparente de un exorcismo salvador ni evocación divina, estar siendo apenas una sobreviviente que trabaja y trabaja, una persona que vive en un barrio donde cada día y todos los días me tocan la puerta para pedirme trabajo (porque ya sabemos del estrago pandémico), o comida, o plata personas Que no Se Ríen Ya Casi Nunca Porque No tienen Muchos Motivos para hacerlo, donde cada semana hay un hecho violento de alguien que roba o golpea o abusa porque parece que toda la violencia del saqueo y el fascismo no hace más que parir estas durezas amargas, sin sonrisas ni risas como no sean las sonrisas cínicas de los machitos vergudos que no pueden nada sino es por la fuerza, o de personas que son las Grandes Vende Humo todo para mí y nada para vos pero con una gran sonrisa.
Soy una extranjera en esta tierra de Sonrisas Sin Causa ni Explicación que no sea la falta de registro del dolor, de la necesidad, o de locura, que sonrío cuando veo una obra de teatro como Mi hijo sólo camina un poco más lento, mientras lloro y me hago preguntas por dentro.
Roleo, y no sé qué quieren decir todas esas fotos ni a quién le hablan, desde sus cúspides lejanas y felices, sus fiestas donde no comprendo las reglas de juego.
Y pienso que soy yo la que camina cada día más lento, que no alcanzo a este tren cargado de Sonrisas Inexplicables que colonizan las redes donde antes quizá alguna discusión de política, literatura o arte se ponía buena y hasta se podía escribir largo, con muchas subordinadas, con gramáticas rebeldes por sí mismas, sin que la policía de la escritura y la comunicación en redes nos avisara que así está mal, tal vez nos cancelara, nos comentara que no somos lo bastante claras, (o peronistas, o feministas, porque siempre hay alguien con una Sonrisa espléndida y un manual de corrección nieto de una Lubianka latinoamericana que Sabe Lo Que Está Mal, aunque no tenga una sola pregunta acerca de lo que está bien, o lo que simplemente está ); que estamos sufriendo desviaciones ideológicas, aunque vos tengas el cuerpo roto literalmente, y marcado por la cantidad de veces que no pudiste reírte ni sonreír frente a todo ese dolor, y solamente pudiste, quizás, en silencio y sin foto, tender una mano, una palabras, unas cuantas horas de tu vida hasta enfermarte, un texto apurado y mal escrito en un teléfono con una ilustración de una artista que no conocés pero seguís, en esos modos de lo humano que ya no nadie nunca nada.

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