Hay amores que comienzan más por curiosidad que por atracción.
Nombres convertidos en potentes significantes que hacen sentido en nuestra trama, o memoria.
Producen ecos similares a los de algunas canciones que aprendimos en la infancia, o algún sonido o entonación, una melodía que despierta misteriosos deseos de viajes y aventuras.
Malditos, nombres condenados de antemano. Por su carga de bondad a veces, si bien la bondad no es virtud que enamore en estos tiempos, aunque pueda a largo plazo engendrar grandes amores de esos que sacan lo mejor de dos durante un tiempo, tal vez una vida.
Por su asociación a la maldad, la gelidez, la humillación o el sinsentido.
Amores que en verdad nacen con tropiezos que anticipan su muerte prematura, desencuentros sexuales, desconfianzas profundas, decepciones instantáneas.
Hay otros que maceran lento y producen sabores extraordinarios. Pero no son para ansiosos, impacientes.
Están esos calientes, llamaradas instantáneas. Arden hasta consumirse, pero ¿quién renunciaría a ese fuego?
Después, una lista de pasatiempos olvidables en medio.
Curitas narcisistas (casi inútiles peo no del todo) para heridas subcutáneas que dejó Eros.
Lo que no se aguanta es la mentira.
Sobre todo la que nos decimos a nosotras mismas.
Fingiendo que somos maquinitas. Cuando seríamos capaces de ir a la guerra y conquistar Egipto por ganarnos el amor de alguien (que no nos querrá jamás) y nos mentimos inventando señales de correspondencias donde sabemos que solo hay artimañas de seducción de don juanes que solo gozan al mirarse en sus espejos de lucecitas de vodevil.
Y lo hacemos como si fuera justo el castigo que nos toca, porque muchas veces hemos intentado fingir querer a quienes sospechamos mejores que nosotros, y que nos quieren bien, pero no podemos corresponderles, y elegimos la culpa en lugar de la verdad.
Después, un día te subís a un avión, un tren, un taxi o una camilla, y el mundo gira 360 grados de golpe para que recordemos que no sabemos nada de nada.
Y que todo pasa.
caprichos de palabras y colores para navegantes... "La palabra humana es como una caldera rota en la que tocamos melodías para que bailen los osos, cuando quisiéramos conmover a las estrellas". (G. Flaubert). Mis libros de narrativa publicados: la novela Último verano en Stalingrado (Grupo Editorial Sur, 2014); Alma rusa (Edulp, 2020, crónicas) y Yegua (Cuero, 2021, cuentos)
Etiquetas
abortos
Alma rusa
Amantes
América Latina
Amigas
Amigos
amigxs
animales
Artistas e imágenes
ASPO
Bibliotecas
Biografías
Cada día tiene su afán
canciones
Cine
Citas
Comunicación
Comunicación/Educación
Concursos
correspondencia con amigos
Crónicas post ballotage
Crónicas del Fin de los días más felices
Cuarentena
Cuentos
Cuerpo
Cultura
danza
De los blogs que me interesan
Del oficio de escribir
Edición
educación
Educativas
El Año que vivimos en peligro
Enfermedad
Ensayo
entrevistas
Eros
Estudios culturales
Exposiciones y espectáculos
feminismo
ficcionarias
FOXP2
fútbol
FX
Genocidio
hijos
Hispania Sefarad Iberoamericanos
Ideológicas
Impresiones
infancias
jardines
Kirchnerismo
La humanidad progresa
La Plata
Lecturas y escritores
Lo que la inundación nos dejó
Madres
Madres-padres-hijos
MemoriaVerdadyJusticia
Microrrelato
Mujeres
Música
Norteamericana
Novela
padres
pandemia
pedagogías
peronismo
Poder
Poesía
Política
Psique
Redes
Religiones
Reseñas
Retratos caprichosos
Sci fi
Serie homenaje a escritores
Series
Sion
Teatro
Televisión
Urbanas
Viajes
violencia
domingo, 12 de mayo de 2019
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario