"El amor…, siempre insatisfecho, vive en el momento en que está a punto de llegar".
(Marcel Proust)
Y por usar esa expresión que le dijo esa mujer en Abra Pampa, allá en la Puna, de repente -como vienen las imágenes, los pensamientos, los recuerdos-le vino una canción. Mientras caminaba bajo el solazo de un febrero que se anunciaba lleno de bravuras y batallas, llegó en la voz de repiqueteo de campanas de tonos aún muy juveniles, una voz en la que todavía vivía una especie de inocencia infantil, como si no hubiera terminado de conformarse el color, le vino decía la voz y la canción, que en algún momento no tan lejano si lo contaba en meses del calendario pero muy antiguo si lo contaba en el tiempo de las emociones y vivencias, ambos habían acordado que les pertenecía, "nuestra canción".
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Esas palabras y melodías que van formando el léxico particular de una relación incluso antes de que sepamos si será, y en caso de que llegue a ser, si será amor, si será algo efímero y rápidamente olvidable, si dejará huellas. Y los amantes dicen es "nuestra canción", como si en ese enunciado viviera alguna verdad, lo dicen en voz alta al otro como para comprobar si el otro lo desmiente, si es una imprudencia, si decir esa frase "nuestra canción" no es llevar un poco lejos, o alto (qué extraña cuestión la toponimia de los sentimientos) las cosas.
Y al venirle la canción, la escuchó por primera vez de otra manera, porque la canción se había convertido en algo mucho más poderoso que aquello que la engendró como propia, o de ellos, porque ese "nuestra canción" ya no tenía sentido. Nuestro, de ellos, no había sido nada, como pasa con las pasiones que se consuman o se consumen, esta se había consumido, y quedaba el resto impregnando la canción como significante, pero ahora en todo caso era de ella, era la canción que le hacía acordar no ya a él en relación con ella, sino a un sentimiento que había inspirado un él que ya no era presente.
Y al venirle la canción le vino con la añoranza de otras canciones que alojaban más verdad que muchos recuerdos de otras "nuestras canciones", porque quizá a veces olvidamos antes a quienes nos inspiran un relato, o una letra, o una emoción, que la emoción misma.
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