(Fragmento de Entrevista a Beatriz Lamouche)
Toda persona -me dice en un tono que, sin ser solemne, remite a cierta gravedad-debería limpiar su propia mugre y cocinar su propia comida al menos dos veces por semana. Y lo ideal sería que, además, lo haga para otros.
Le pregunto por qué pero se limita a mirarme a los ojos y sonreír, como se le sonríe a un tonto que pregunta una obviedad. Le pregunto qué pasa con las personas que están muy ocupadas en sus trabajos y/o profesiones. Pongo dos ejemplos extremos: un médico cirujano que realiza intervenciones de alta complejidad y un chófer de larga distancia, excedido de viajes y con falta de descanso.
- ¡Con más razón! Esa gente, de lo contrario, puede llegar a creer que es más importante, o más útil, o más imprescindible que aquella que limpia la mierda de su inodoro o lava las verduras de la comida que él o ella comerán, ya sea que le pague por esos servicios a otro o sea alguien de su familia. Además de ese beneficio, que podríamos calificar del orden filosófico, existen otros en el plano estrictamente corporal. La actividad doméstica, el trabajo que requieren las cuestiones básicas de la supervivencia, ayuda a valorar lo sencillo y lo que es realmente imprescindible, más allá de las épocas y las coyunturas.
-Eso pondría en peligro el trabajo de mucha gente que se dedica ese tipo de tareas de limpieza...
-No lo creo. En primer lugar, porque hay lugares públicos en los que pueden desarrollar esas tareas, personas enfermas o mayores que están impedidas de efectuarlas y, además, porque no hablo de reemplazar definitivamente a esos trabajadores, sino de hacer sus tareas con cierta regularidad. Limpiarle a otros, cocinarle a otros, es una tarea muy noble que requiere saberes diversos y el trabajo no debe ser reducido exclusivamente al nivel de mercancía.¿Por qué gozan de prestigio social ciertas actividades como la docencia, la medicina, el trabajo científico, incluso el deporte o el trabajo artístico -siempre y cuando sea "exitoso"-y no ese trabajo constante, casi invisible (e invisibilizado) que sin embrago es y ha sido siempre necesario, más allá de los sistemas de organización social y económica de cada época?
-Sus ideas podrían interpretarse como una reivindicación de tareas tradicionalmente femeninas que implicarían un retroceso en procesos de emancipación...Además, muchas tareas domésticas han sido facilitadas por el uso de electro domésticos...
-Eso es un error. Quizá precisamente por el hecho de que muchas de esas tareas han sido, como usted dice, tradicionalmente asignadas a las mujeres (e incluso a los niños) es que han sido desvalorizadas. Por otro lado, veo muy bien el uso de cualquier dispositivo tecnológico que facilite las tareas. Después de todo, desde la rueda y el arado a una escoba o una aspiradora, se trata de herramientas y útiles. Simples cosas que usamos.
Habrá que hacer la prueba. Estoy segura de que muchos empresarios, profesionales y gente rica o "exitosa" puede hacer un pequeño cambio de punto de vista, respecto de sí mismo, del sistema y de los otros, con sólo calzarse unos guantes, un trapo con lavandina y limpiar dos veces por semana el baño de su propia casa. Por último, seamos honestos ¿no le causaría cierta satisfacción de sólo imaginar a algunas personas de su entorno o "públicas" agachadas sobre el inodoro fregándolo? Creo que tendría el plus de otorgar a ese hecho cierto grado de justicia, al menos, poética.
caprichos de palabras y colores para navegantes... "La palabra humana es como una caldera rota en la que tocamos melodías para que bailen los osos, cuando quisiéramos conmover a las estrellas". (G. Flaubert). Mis libros de narrativa publicados: la novela Último verano en Stalingrado (Grupo Editorial Sur, 2014); Alma rusa (Edulp, 2020, crónicas) y Yegua (Cuero, 2021, cuentos)
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domingo, 22 de mayo de 2011
"Limpiar la propia mierda", entrevista a B. Lamouche
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