martes, 4 de septiembre de 2018

Convites y pesares

Todo se hunde. A tu alrededor, muerte y destrucción.
Pero allí donde resiste el amor, y la esperanza, allí reside por momentos mi corazón.
Unas horas de sol en un pequeño planeta peronista, compañerxs.
Las voces amorosas de los amigos y las amigas que hacen surco y sostén.
Amor filial.
La piba que documenta lo de facto de los De facto para que no olvidemos quiénes, cómo, cuando y cuántas veces volvieron a rematarnos después de asesinarnos.
Y aún así.
Una buena conversación con mi hijo.
Una copa de vino.
La canción que cobija.
La huella dolor del placer, en alguna parte del cuerpo,  nos convida. Con vida, vida. Como un antojo.
Y también.
Miradas masculinas que aventuran primaveras.
El chiste de M sobre los hombres que todavía hablan por teléfono, en países "atrasados" como el nuestro.
Me aferro a la loca idea de que los zombis sean derrotados.
Un lirio de abuela en el jardín que relata una compañera florece más tarde, pero florece.
Quemaron el jacarandá de Bellas Artes.
La sangre que brota fresca una y otra y otra vez de los cuerpos baleados.  El pibito que muere por no resignarse a morir.
Nunca nunca nunca nunca nunca nunca nunca.
Será jamás perdonada.
Ni por todo el amor del mundo.
Nunca.
Nunca.

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