El tiempo del duelo es como un tiempo fuera del tiempo. E incluso, la ausencia de cuerpos (por razones diversas, a veces no es por razones políticas, terrorismo de estado, guerras, crímenes violentos sino simplemente es una ausencia hecha de nuestro no saber, porque nosotros no vimos el cuerpo) vuelve irreal la muerte y nos sustrae del proceso de duelo, pudiendo dejarnos detenidos en un no saber, que es un no comprender del otro /a amado/a.
No lo sabemos vivo, no lo aceptamos muerto.
Y vamos por ahí como ensoñados, preguntando a los amaneceres otoñales y a las tardes de primavera: ¿dónde estás, dónde estás?
Y conversando en silencio con nuestros muertos
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