Leo esta novela, Cruzando el río en bicicleta,* y vuelve.
Vuelve como de un viaje la infancia.
En boca de esta poeta y prosista, escritora en tres lenguas, viajera en mil mundos, vuelve Betina, la querida amiga de mi hermana, de la escuelita, y su hermana "grande" Ana Cecilia, hoy una reconocida escritora, Licenciada en Disciplinas del Espectáculo y en Literatura, especialista en los aspectos interculturales del teatro, y sobre todo, diría yo, en cómo se construye una identidad en medio de guerras y exilios, cómo reconstruirse en distintas lenguas, y volver a educarse y a educar, y volver a cultivar la amistad, gozar de lo cotidiano, la comida, los paseos, cómo posicionarse políticamente para transformar el mundo, qué lugar ocupa la violencia en nuestra vida...
Volver a amar.
A pensar el papel de la escuela y sus distintos modelos pedagógicos, escuelas que contienen a los niños y niñas que sufren, o escuelas indiferentes que expulsan...Profesores dispuestos a hacer de la palabra y la lengua un territorio común, y docentes que están demasiado ocupados en cuestiones administrativas como para ocuparse de educar a los distintos, los otros, los habitados por Otros...
Ana Cecilia, la hija "grande", distancia dada en la infancia por los hoy apenas 6 años que separaron nuestros nacimientos.
Vuelve la casa de su abuela en Ensenada, emerge en forma de novela, con una bella prosa es liviana para relatar lo denso, y permite que no nos afixiemos al recorrer tantos mundos perdidos por la enfermedad, la represión, el exilio político y la emigración.
Vuelve la casa donde, no en la novela sino en mi memoria, saltábamos las cuatro niñas en la cama matrimonial de los abuelos, poniendo en serio riesgo los resortes del colchón, como se tratara de una caminata lunar, hoy camas elásticas...Yuris gagarines, eslavos despatriados.
Casa donde después, furtivamente, fuimos con mi padre a rescatar libros y otras pertenencias "peligrosas" de los amigos a los que el país expulsaba...y que mi padre, y otros amigos, enviarían en la bodega de un barco, algo que para mí configuraba una especie de película, con puerto y brumas y espías...una película no tan lejana a la espantosa realidad.
Novela de construcción de identitades y exilios, de infancias perdidas y recuperadas, de pedagogías de amor y pedagogías opuestas, de escuelas a las que no se va para aprender sino sabiendo (la lengua, ay, la posibilidad de comunicase pero también la frontera).
Ana Cecilia va y viene en el tiempo, de su nacimiento en Yugoeslavia, que ya no existe, hija de argentinos (Octavio y Chiquita Prenz en mi casa); su infancia platenses/ensenadense, luego en Bragado, luego Triste...Sus rebeldías y adaptaciones sus amistades perdidas y reconstruidas, el calor de las comidas, la calidez de los serbo-crotas o croatas serbios, la sequedad triestina, la chatura de una Argentina que no reconocía su propia tragedia, silenciosa...callada.
Ver más: http://librosdelatalitadorada.blogspot.com.ar/2015/01/ana-cecilia-prenz-kopusar-cruzando-el.html
*Prenz Kopušar, Ana Cecilia, Cruzando el río en bicicleta, De la talita dorada, City Bell, 2015.
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