“Quizás el momento de la despedida es el
momento más intenso en la relación entre dos personas. Cuando uno se
despide de alguien, uno está más con esa persona que si uno la ve
vulgarmente. Al mismo tiempo uno sabe que ésa es la última vez. Quiero
decir que en la despedida se dan a la vez la máxima presencia y la
máxima ausencia, ¿no?”. (J.L. Borges, Diálogos de vida y de muerte)
E. Hopper, Anochecer de verano, 1047x761, 1947 |
Y tal vez podamos decir lo mismo de la relación íntima que cada uno de nosotros tiene con alguna parte de sí, con lo que fuimos y ya no seremos (pero nos cuesta dejar atrás). En particular, cuando debemos despedirnos de aquello que no fue y, al fin comprendemos con dolor, ya nunca será.
(Pero todo esto lo entendemos a destiempo, mientras tanto, como personajes de cuentos de Alice Munro, o de retratos de Hopper, nos quedamos como paralizados, perplejos, viendo pasar y alejarse frente a nosotros, todas las variantes y formas con las que la ilusión del amor nos atrapa).
No hay comentarios:
Publicar un comentario