En una enciclopedia virtual, definen del siguiente modo al perverso narcisista: "El perverso narcisista es un persona sin capacidad de empatía real, lo que se denomina empatía utilitaria, es decir que sólo reconoce las necesidades del otro para utilizarlas para su propio beneficio." Más adelante, en la misma enciclopedia, explica que: "La seducción se produce a través de un proceso de influencia y dominación. En este proceso de seducción en una sóla dirección el perverso procura fascinar sin ser descubierto, a través de una conjura de la realidad y una manipulación de las apariencias. El dominio se produce a través de tres ejes de control, que tienen un componente destructor, que anula el deseo y la especificidad de al víctima:
- Una acción de apropiación mediante el desposeimiento del otro;- Una acción de dominación que mantiene al otro en un estado de sumisión y dependencia;- Una acción de discriminación que pretende marcar al otro".
Más allá de las teorías y de las explicaciones, he tenido oportunidad de observar el comportamiento de algunos de estos psicópatas (con perdón de los psicoanalistas por el uso del término). Cierto, más de uno podrá decir: y bueno, para que haya un roto debe de haber un descosido y todo ese tipo de generalizaciones. Las duplas maso/sado; manipulador/manipulado, sin embargo, no me conforman. Es posible que en el mundo de los adultos, siempre resulte posible endilgarle cierto grado de responsabilidad en su propia patología a quien resulte víctima de este tipo de manejos de los perversos.
También es posible que en el mundo psi, encontremos diversas explicaciones, incluso algunas, que satisfagan nuestra comprensión. Sin embrago, cuando me detengo e imagino la mirada de ese niño, su cabello que cae sobre sus ojos, oscuros, apagados y ya sin brillo, como un zombie que crecerá sin amor y a la defensiva, pero, sobre todo, sin deseo de vivir-¿o debería decir, desposeido, lenta y eficazmente, por su madre, de todo deseo? ¿Devorado por ella frente a la mirada cómplice de un mare que juega a hacerse el pelotudo mientras prepara un asado que al chico le cae pesado como bomba para que su madre en seguida le enchufe un digestivo, una enema, mientras afirma (y firma la sentencia, ya que está): me salió flojito de vientre, no retiene nada ( y quizás, adulto ya, sólo sea capaz de sobrevivir chupando la vida de otro, como vampiro del deseo y crendo con las personas a las que logre seducir, un mundo de muñecos en donde reine en un reino sin conflictos).
Cuando sé de aquella muchacha que aguantó todo lo que pudo, hasta que ya no pudo más, porque no tenía ninguna razón por la cual continuar, porque para vivir hay que querer vivir, y eso se aprende, lo sabemos todos, la vida no es siempre, precisamente, una invitación a la aventura, puede muchas veces ser demasiado pesada, oscura, fría, agobiante, y entonces la muchacha sabe eso, de pronto, como se adquieren repentinamente ciertas certezas, una noche en que su familia no está en la casa, y subre a la habitación de la terraza, y toma la soga que ha comprado el día anterior, y ha leido bastante del tema, porque el poco deseo que le queda es de saber cómo terminar con esa pesadilla y hace lo único que puede hacer...
Y cuando pienso en esa mujer que sólo sabía ser para otro una niña-muñeca, que sólo llora y se queja cuando le ponen el disco adecuado, y finge ser una adulta y expresa un deseo maternal cuando ya tiene asegurado que la vía biológica está clasurada y no irá por otra, porque su padre-marido jamás, pero jamás de los jamaces querrá que su amor tenga otro destino y mucho menos para un cacho de carne que no sea de su carne...
Y en esta otra adolescente que no sé si será capaz de ejecutar su amenaza, ojalá que no, ojalá que no tenga que matar otra vez el futuro mediante el cual expresó su deseo de vivir, sólo para asustarse y echarse atrás...
Cuando todos ellos desfilan ante mí, como pidiéndome que sea su testigo, ahora, esta noche de lluvia, ya no hay explicaciones que me convenzan. De casi nada.